LIBROS. Catalina enseña a Pelopincho lo divertido que es leer y lo mucho que se aprende con los libros.
CÁDIZ

Libros y amistad

Un teatro de las Plazas en Juego en el Parque Varela fomenta la lectura y el compañerismo entre los pequeños

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Amigos sí; peleas, no». Este es el grito con el que la compañía de animación Planeta Mejor encandiló en la mañana de ayer al cerca de un centenar de niños en el Parque Varela dentro del programa Las Plazas en Juego puesto en marcha por el Ayuntamiento de Cádiz. Una divertida obra de teatro protagonizada por la pizpireta Catalina y el travieso Pelopincho; canciones y unos títeres intercalados con una Caperucita de la Pampa en versión rockera. Los más pequeños, frente al escenario, avisan a los personajes de los peligros que les acechan, cantan con ellos y repiten a coro las enseñanzas que deja caer la obra.

Enseñar mediante la diversión en un formato que no por clásico ha perdido un ápice de frescura. Los dos protagonistas cantan sus canciones, pero Pelopincho quiere ser el primero y corta la canción de Catalina para ser él quien lleve la voz cantante. Ella le recrimina su mala acción y cuenta con la adhesión inquebrantable del exigente público. Finalmente hacen las paces y ambos cantan. «Este pelo tan rebelde no me lo quiero peinar», dice el estribillo del rock and roll que entona el monstruo azul de manos y pies verdes y que lleva alambres amarillos por pelo. Los niños, embelesados, hacen palmas y corean.

Llega una nueva lección. «Los libros enseñan muchas cosas», dice Catalina a los infantes. «Enseñan cosas con tareas», responde una niña desde el público para hilaridad de la propia actriz. Y para demostrar lo mucho que se puede aprender entre unas buenas páginas, la compañía pone en práctica un recurso que ya utilizaba Shakespeare hace 400 años: la obra dentro de la obra. Una representación con títeres del cuento de Caperucita Roja. Tan libérrima como divertida es esta versión en la que la pequeña de ropaje encarnado tiene un grupo de rock en el que una ardilla toca la guitarra y un ciervo sostiene con ritmo trepidante un par de baquetas. Sólo un peligro corren los simpáticos personajes, algo que ya sabe tan avisado público. «Soy lobo, pero no soy bobo», entra diciendo en escena el malvado. Caperucita pide consejo a su abuelita para saber qué pueden hacer para que ella y sus amigos no acaben entre las fauces del hambriento lobo. ¿Qué dice la anciana? Si se unen podrán vencerle. Y al grito de «Todos juntos podemos» -el mismo «solo no puedes; con amigos, sí» de la muy celebrada Bola de Cristal- pergeñan un plan: ofrecerán al lobo una buena ración de hamburguesas que ha cocinado la ardilla para convencerle de que no les coma a ellos. La obra toda se condensa en el fomento de la amistad y la lectura, cosas tan aconsejables como necesarias.

jlopez@lavozdigital.es