Restos del naufragio
Actualizado: Guardarl mástil que adorna la entrada de la Escuela de Náutica, con sus jarcias y sus escalas, es uno de esos lugares de la ciudad que, de forma discreta, se ha hecho inseparables de los recuerdos propios y ajenos, de la infancia, de la memoria compartida. Así, me cuentan de un amigo jerezano que cada vez que venía a Cádiz se quedaba admirado pensando que estaba ante el resto de un barco hundido allí mismo. A muchos marinos mercantes, o a sus hijos, les rememora estudios, sueños de singladuras futuras o pasadas. Otros fueron con el colegio a ver la bóveda del cielo en su planetario, que en su tiempo supuso una gran novedad. Y cómo olvidar a la novia de la primera boda civil en el Ayuntamiento, que se subió allí recién casada para tirar al aire su ramo de flores. Son algunas anécdotas entre el sentimiento y el esperpento, puro Cádiz en sí mismas.