DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

Luto, en Jerez

Desafortunadamente, los titulares de prensa de esta semana sirvieron de negro presagio al crimen que un cobarde asesino cometió ayer en nuestra ciudad. Sólo hace tres días que hablábamos, en las páginas de este mismo periódico, de ese medio millar de mujeres jerezanas que se encuentran en una situación de riesgo real frente a la violencia de género y de un grupo de treinta sobre las que la amenaza de muerte llama cada día a sus puertas. La víctima de ayer, una vez más, había querido confiar en el sistema y denunció al salvaje que la ha matado. Los animales, las bestias más inmundas suelen advertir de su ataque con bufidos, rugidos o escarbando en el suelo. Este sujeto lo había hecho mediante el teléfono y ella logró que le impusieran una orden de alejamiento. El caso de ayer en Jerez ha vuelto a demostrar que esas órdenes son un simple papel mojado cuando el asesino decide actuar.

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El problema de los que hacen de sus parejas una presa y deciden acabar con sus complejos y manías dándoles una cuchillada en la yugular es ciertamente complejo de resolver. Hemos avanzado y mucho en los últimos años a la hora de hacer de lo que antes eran crímenes pasionales una de las principales preocupaciones de nuestra moderna sociedad. Se ha avanzado en la concienciación social e, incluso, en la protección a las víctimas, aunque en este segundo apartado es donde más terreno queda por andar sin ningún genero de dudas.

No debemos buscar más culpables que aquellos que aprietan el gatillo o empuñan la navaja para sesgar una vida, pero sí es cierto que tenemos la obligación de exigir a las autoridades que amplíen los esfuerzos y los medios para garantizar una mejor protección a las mujeres que se ven en una situación tan dramática como la de la violencia y las amenazas. Nuestros políticos se llenan después la boca con frases de condena y desprecio hacia los asesinos, pero quizá fuera mucho más útil trabajar para que la Comisaría de Jerez tuviera de verdad un número digno de efectivos para dedicar a estar tareas. Nunca habrá policías suficientes para erradicar por completo el problema, eso es cierto, pero también es verdad que cuanto más medios se pongan más difícil se lo ponemos a los bestias que planean matar a quien comparte o ha compartido una relación sentimental con ellos.

Como en tantos otros asuntos, el caso de Jerez es un buen ejemplo. No es que no haya funcionarios suficientes, es que los efectivos disponibles suman un número ridículo para una ciudad de 200.000 habitantes. No es culpa ni mucho menos de la Policía, sino de la administración y de las políticas escaparate, esas que aprueban leyes contra la violencia de género o a favor de las personas dependientes y luego no aportan dinero para desarrollarlas.

En Jerez estamos de luto tres días por el brutal crimen de ayer. Hay una familia destrozada, unas vecinas muy valientes que lamentan no haber podido legar a tiempo y, una vez más, una sociedad que se pregunta cómo pudo suceder si este despreciable individuo ya tenía una de esas órdenes de alejamiento. Insisto, la solución no es fácil y pasa evidentemente por aumentar los medios y seguir trabajando en la sensibilización con el problema de nuestra sociedad. Y también pasa por dejar que se pudran en la cárcel los asesinos y por castigar también de forma ejemplarizante a quien se quiera jugar con este delicado asunto y presente denuncias falsas o venda truculentas historias en televisión.