PROFESIONALES. El equipo de la Fiscalía de Menores es el que realiza las labores de intermediación. / EFE
Jerez

Sólo el 4,5% de los procedimientos con menores se resuelven sin juicio

La conciliación se hizo efectiva en 22 de los 487 expedientes de 2007 Los expertos insisten en el papel de los padres para mediar en el conflicto

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La mediación constituye sin lugar a dudas el medio ideal para resolver todo tipo de conflictos, y más aún cuando se trata de menores, ya que en estos casos el tiempo con el que se cuenta para enderezar el camino y rectificar los errores cometidos es más que suficiente. Sin embargo, la realidad se aleja mucho de lo deseable, y en la actualidad tan sólo el 4,5% de los procedimientos en los que se ven implicados jóvenes de menos de 18 años se soluciona de forma satisfactoria, sin necesidad de ir a juicio.

Según datos facilitados por la Fiscalía de Menores de Jerez, en 2007 se tramitaron 487 expedientes de los que únicamente 22 se cerraron gracias a la conciliación. Un índice bajo de éxito en este sentido, aunque tampoco hay que pasar por alto el hecho de que en 2006 fue tan sólo una la causa que se resolvió a través de esta alternativa. Como ha explicado el fiscal de menores Juan Pedro Carrasco, el proceso de mediación comienza cuando el menor implicado reconoce que ha cometido una infracción, se muestra arrepentido e incluso está dispuesto a reparar el daño en caso de que se haya producido.

Si la víctima está conforme se cita a ambas partes y se lleva a cabo una conciliación, que incluye el perdón y alguna compensación económica, si procede. En Jerez, esta labor suele realizarla el equipo técnico de la Fiscalía, aunque si el caso presenta alguna dificultad añadida, se deriva a otro grupo más especializado ubicado en San Fernando. Una posibilidad ideal, que Carrasco confiesa sin embargo que resulta muy complicada de materializar, puesto que para ello han de concurrir factores muy diversos.

«Son muy pocos casos los que se resuelven así, porque la conciliación es muy difícil: primero tiene que darse un reconocimiento del delito y luego hay que estar dispuesto a pagar los daños, no sólo el menor, sino también los padres, lo que a menudo resulta incluso más complicado. Además, la víctima también tiene que estar dispuesta, aunque lo más difícil es el reconocimiento del delito, que es el primero de los requisitos».

El profesional asegura, no obstante, que el equipo responsable siempre sopesa esta vía e intenta llevarla a la práctica, puesto que su éxito implica que no se producirá juicio alguno. Aún así, son conscientes de que la mediación es más efectiva en casos de agresiones que en temas relacionados con robos, donde el componente económico suele ser fundamental. «A veces los padres ayudan, pero la verdad es que otras no. Cuando hay dinero de por medio, son los primeros que se oponen porque ellos tienen que pagar, por lo que son los primeros que ponen pegas».

La labor de los progenitores, de esta forma, resulta determinante, no sólo para reparar el conflicto sino en un primer término para impedir que se produzca, con una educación centrada en la transmisión de unos valores que permitan a los menores convivir pacíficamente en sociedad y, como insisten muchos de los expertos, sin «darles todo aquello que éstos demanden».

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