COMBATES. Milicianos de Hezbola disparan contra miembros de las fuerzas gubernamentales en el barrio de Mazraa. / REUTERS
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Hezbola impone su ley en Beirut

La guerrilla chií domina el oeste de la capital libanesa y acorrala al Gobierno prooccidental de Fuad Siniora El Ejército se mantiene al margen de los combates

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Combatientes de Hezbola pertrechados como para una guerra patrullaban ayer todas las calles del Beirut musulmán para dejar claro que la milicia chií tenía bajo su absoluto control los distritos del oeste de la capital libanesa: el bastión de sus enemigos de la mayoría parlamentaria suní, y a su líder y jefe del partido Corriente Futuro, Saad Hariri, acorralado dentro de su propia casa, situada en el céntrico distrito de Hamra. Un proyectil de advertencia llegó a impactar por la mañana contra la fachada de la vivienda.

Hezbola imponía su ley por las armas en la capital de Líbano en una demostración de fuerza total, que no encontró apenas resistencia. Poco más de 36 horas bastaron a sus milicianos para confirmar su abrumadora superioridad militar sobre el Gobierno prooccidental de Fuad Siniora, que el lunes se atrevía a ordenar que se desmontase una red de comunicaciones y cámaras de vigilancia en el aeropuerto instalada por el partido opositor. El desafío el miércoles del jeque chií, Hassan Nasrallah, interpretando la decisión del Ejecutivo como «una declaración de guerra para beneficiar a Estados Unidos e Israel» fue suficiente para prender la mecha de la batalla.

Faltas de acuerdos

La virulenta consigna del jefe de Hezbola reventaba, una vez más, las tensiones acumuladas entre los dos bloques durante diecisiete meses, desde que el partido-guerrilla optó en noviembre de 2006 por retirar sus seis ministros del Gobierno ante la falta de acuerdo para la elección del presidente. Al menos once personas, según el último cómputo, morían el jueves víctimas de los enfrentamientos desatados en Beirut, que a mediodía parecían calmarse. No obstante, al cierre de esta edición los tiroteos y las explosiones se reavivaban de forma esporádica en las afueras de la capital y surgían enfrentamientos en dos ciudades clave de Líbano, Trípoli al norte y Sidón al sur.

Los intentos de los partidarios del Gobierno por negociar con Hezbola su rendición resultaron vanos. Después de haber provocado prácticamente el aislamiento del país con el cierre del aeropuerto internacional y el puerto, los combatientes chiíes se lanzaban ayer por la mañana a evacuar y atacar también las sedes de los medios de comunicación más afines al Ejecutivo: la televisión Future -una planta fue calcinada-, la radio Al Sharq y el diario Al Mustaqbal. Todos propiedad de la familia Hariri. Las fuerzas que habían sido legítimamente elegidas se quedaban sin voz.

Los edificios saboteados, así como numerosas oficinas de las facciones progubernamentales que eran asaltadas al tiempo que los milicianos avanzaban tomando el oeste de la capital, fueron entregados por Hezbola a las Fuerzas Armadas. A un Ejército, supuestamente a las órdenes del Gobierno, que una vez más jugaba a desempeñar el papel de la neutralidad, en parte para conservar su prestigio como única institución independiente que no se entrega a ningún bando, y en parte para evitar el riesgo de su propia quiebra interna con la división en líneas confesionales, como en 1976.

«El Ejército controla las instituciones puestas bajo su autoridad, también las áreas que rodean las sedes del Gobierno, el banco central, las carreteras y las residencias de Hariri y Walid Jumblat -el líder de la minoría drusa, confinado en su casa- en Beirut oeste», decía un comunicado militar.

Con todo, las Fuerzas del 14 de Marzo -el pilar del Ejecutivo anti-sirio de Siniora- seguían intentando ayer que el Ejército actuara contra lo que tacharon como «un golpe de Estado contra la legitimidad y la coexistencia» en un comunicado. Lo hacían poco después de que el dirigente cristiano opositor y aliado de Hezbola, Michel Aoun, anunciara a la televisión libanesa LBC su creencia de que la jornada de ayer terminaría con una «vuelta a la normalidad», el levantamiento de las barricadas y el fin de la ofensiva. «El asedio sobre el Gobierno acabará», afirmó Aoun en un mensaje con el que parecía dar a la ola de violencia el significado de que sólo se ha tratado de un pulso más al Ejecutivo.