DETENCIÓN. El cabecilla y jefe policial es conducido detenido hacia el juzgado.
ESPAÑA

Coslada, ciudad sin ley

La banda mafiosa de policías locales se hacía llamar El Bloque, requisaba entre dos mil y tres mil euros mensuales a los bares y arrancaba orgías sexuales gratuitas a los dueños de los prostíbulos

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La sombra de Ginés es alargada. Desde el jueves, él y su banda de policías locales están entre rejas, pero su presencia se deja sentir en una Coslada que todavía no se cree que su mayor pesadilla haya desaparecido de la noche a la mañana después de 22 años de coacciones. Sólo citar el nombre de Ginés Jiménez Buendía en los locales de las calles Chile o Uruguay, el centro neurálgico de la zona de copas, provoca escalofríos entre los parroquianos.

Arrancar unas palabras a las víctimas del «capo» es tarea ardua. El miedo y la ley del silencio imperan, aunque todos los vecinos, y sobre todo los dueños de los locales, saben quién es y lo que hacía. «En los últimos cinco años yo le he pagado más de 20.000 euros. Cada visita de él o de sus chicos eran 2.000 euros en metálico más horas y horas de consumiciones y vejaciones a mí, a mi familia, a mis camareros y a mis clientes», se lamenta J., uno de los empresarios de la noche más conocidos de Coslada, que devora en los periódicos noticias sobre la operación policial. Parece intentar convencerse de que sus malos días han acabado.

El empresario pide una y otra vez que ni su nombre ni el de sus bares aparezca reflejado en la prensa, y durante más de diez minutos de conversación no cita ni una vez el nombre de Ginés Jiménez. Parece que el simple hecho de nombrarle podría invocar su regreso.

Reclamación

«Dinero y más dinero, y no se podía hacer nada, enfrentarse a él era despertar a la bestia y buscarte la ruina. Yo intenté plantarle cara en 2001 y casi acaba conmigo y mi negocio. Comenzó con multas arbitrarias, inspecciones sin motivo, expedientes municipales... Luego vinieron los controles en las puertas de mis locales y los cacheos a clientes. Al final, las amenazas y las palizas», rememora.

«Cuando cedí, todo volvió a la normalidad. Él y sus chicos volvieron a mis locales. Él se sentaba en la barra pedía su Gordon's con Coca-Cola y, al final de la noche, te reclamaba lo que él llamaba 'su parte'», concluye J.

Esa versión se repite en boca de los dueños de los bares de la Avenida de Viena, de la Avenida de Berlín, de la calle Venezuela o de la Calle Badajoz. «¿Denunciarle? Sí, todos nos hemos quejado al Ayuntamiento, pero nadie ha tenido cojones de llevarle a los juzgados. ¿Para qué? ¿Para que volvieran a absolverlo?», se queja el dueño de uno de los pubs más populares y estridentes del oeste de la localidad.

«Mira, un tío que lleva 22 años en el Ayuntamiento y al que ninguno de los cinco equipos de gobierno se ha atrevido a quitar a pesar de conocer sus chorizadas es un personaje muy peligroso», resume enfadado el dueño del bar: «Pero, ¿quién se cree que ni el Ayuntamiento, ni la Comunidad, ni el Gobierno, ni la Federación de Municipios supiera lo que estaba pasando? En los últimos once años esto ha sido un escándalo y todos los responsables han cerrado los ojos hasta que un fiscal, un juez y un comisario le han echado huevos».

Los vecinos coinciden en que el problema fue que Jiménez Buendía «tenía más poder que el propio alcalde». Y su oficina de recaudación era casi más efectiva que la del consistorio: no tuvo reparo en fijar la oficina económica del «impuesto revolucionario cosladeño» en la Comisaría de la Policía Local, en la plaza Constitución 1.

Allí han acudido muchas veces R. y su socio, que no quieren ni siquiera hacer cuentas de lo que han pagado. Aseguran que las «mordidas» exigidas rondaban siempre entre 2.000 y 3.000 euros mensuales, dependiendo del bar y de la clientela. El argumento era convincente: «Si no pagas en menos de un mes, te busco las cosquillas y te cierro el negocio. Soy el jefe de policía y en este pueblo hago lo que me sale de los cojones».

Los investigadores de la Policía Judicial y de la Unidad contra la Delincuencia y el Crimen Organizado aseguran tener pruebas de que los miembros de El Bloque arrancaban a los dueños de los prostíbulos favores sexuales y orgías gratuitas con sus chicas, y que en alguna ocasión esas bacanales «terminaron en violaciones puras y duras». «Simple derecho de pernada del señor feudal de Coslada y sus guerreros», resumen los agentes.