
Héroes olvidados y figuras malditas
Jesús Maeso retrata en la Escuela de Suboficiales las bambalinas de la Guerra de Independencia
Actualizado: GuardarLa atmósfera revolucionaria del levantamiento del 2 de mayo y la virulencia de la Guerra de la Independencia cobraron vida ayer a través de las palabras del escritor Jesús Maeso de la Torre, quien puso fin con una interesante conferencia a la jornada dedicada al bicentenario de este episodio de la Historia de España, organizada por la Escuela de Suboficiales de la Armada en San Fernando. Así, al mediodía de ayer, decenas de alumnos, ataviados con sus relucientes e impecables uniformes blancos, abarrotaron el salón de actos dispuestos a escuchar relatos de grandes y pequeños hombres que protagonizaron tan interesante periodo histórico.
Héroes anónimos, olvidados, personajes siniestros y malditos desfilaron por la sala gracias al discurso de Maeso, que gozó de la entrega total de una audiencia por la que otros pelearían. Los jóvenes aspirantes a suboficiales rieron, se asombraron y se deleitaron con las miles de anécdotas que afloraron a lo largo de la ponencia, como la del guerrillero Longa, que «auxilió al general Morillo, a Wellington, en Bilbao y Vitoria, obligando a los franceses a huir por los intrincados caminos de Salvatierra».
Jesús Maeso hizo especial hincapié en los voluntarios de Cádiz que acudieron a engrosar las filas de la guerrilla. «Como si se tratara de una cruzada estrambótica y carnavalesca», allí fueron «lechuginos, cazadores de extramuros, cananeos, guacamayos, obispos y perejiles y pavos reales», estos últimos, «expedicionarios de las más distinguidas familias gaditanas, ataviados con sus ricos uniformes».
Destacan así figuras extravagantes como el Barón de Geramb, que «se paseaba por Cádiz rodeado de la chiquillería con un uniforme adornado de calaveras de metal», y se definía como «el gran rival de Napoleón, pero no se le conocía ningún mérito de guerra». Por otro lado, un escocés «de porte estrafalario», mister Downie, «un tipo desgarbado de descomunales bigotes rojizos», describe Maeso, «bravo soldado que había creado la 'Legión Extremeña', a los que vestía como una comparsa de Carnaval», con atuendos que recordaban a los tercios de Flandes. Éstos se batieron con gran bravura contra los franceses en la batalla de Chiclana y del puente Zuazo.
Los frailes guerrilleros
Algunos religiosos -la mayor parte carmelitas y capuchinos- también jugaron un papel crucial en la contienda, muchos de los cuales, «tras la guerra, se hicieron bandoleros». Fray Manuel de Santo Tomás, Fray Bartolomé de Santa María, destinaron todos sus esfuerzos a lidiar con los franceses. El cura Merino luchó «hombro con hombro con el famoso guerrillero El Empecinado haciendo estragos» entre la caballería gala. La misma sangre revolucionaria corría por las venas de fray Luis Antonio de Sevilla, quien ayudó en la batalla de Bailén al general Castaños.
Maeso recordó también personajes siniestros como los mamelucos, José I- «hombre de paja de Napoleón»-, Murat o los expoliaVivant Denon y Fredéric Quilliet, quienes «ayudados por Goya» robaron obras maestras de Tiziano, Rubens, Ribera o Velázquez, entre otros grandes del pincel.
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