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La magnitud de la tragedia obliga a la junta militar a aceptar la ayuda

El ciclón Nargis va camino de convertirse en una nueva catástrofe natural como el tristemente famoso tsunami, que barrió las costas del océano Índico en diciembre de 2004 y se cobró 230.000 vidas en una docena de países del sudeste asiático. Entre ellos, se encontraba Birmania, que rechazó la ayuda humanitaria ofrecida entonces. Pero, en esta ocasión, la junta militar que dirige esta aislada y hermética nación no ha tenido más remedio que aceptar, aunque a regañadientes y con bastante retraso, la asistencia de la comunidad internacional.

P. M. D.
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Y es que se calcula que la cifra de víctimas es muchísimo mayor de los casi 23.000 muertos y 40.000 desaparecidos que, hasta el momento, reconoce el Gobierno de Myanmar (nombre oficial de Birmania). Según las estimaciones que baraja la embajada de Estados Unidos, podrían haber muerto más de 100.000 personas, lo que situaría al 'Nargis' muy cerca del ciclón que se cobró 143.000 vidas en Bangladesh en 1991.

De hecho, un oficial del Ejército admitió ayer a la agencia France Presse que, sólo en el distrito de Labutta, han perecido unas 80.000 personas. «Los 63 pueblos que rodeaban a la ciudad han sido borrados del mapa», explicó Tin Win, uno de los responsables militares de la localidad, donde la Junta había cifrado el número de fallecidos en 10.000 personas. A juicio del director de la ONG Save the Children en Birmania, Andrew Kirkwood, el 40% de los muertos y desaparecidos son niños, por lo que la situación es similar a la del tsunami del Índico.

Dos aviones

Ante las proporciones bíblicas que alcanza este desastre natural, el Gobierno autorizó ayer el aterrizaje en Rangún de dos aviones del Programa Mundial de Alimentos y otro de la Cruz de Roja con varias toneladas de galletas energéticas, mantas y tiendas de campaña para atender a los más de un millón de damnificados que se han quedado sin casa por el ciclón.

Debido a las restricciones de la junta, ambos aviones han llegado casi una semana después de la tragedia, ya que se han pasado los dos últimos días esperando a recibir la autorización.

Un permiso que todavía no ha logrado EE. UU., que tenía intención de utilizar sus aeronaves militares C-130 para sobrevolar las zonas afectadas y lanzar directamente víveres y medicinas a los damnificados. Aunque Washington anunció ayer que ya contaba con esa autorización, la Junta lo negó posteriormente, lo que ha enervado a la Casa Blanca. «Estamos frustrados con la lentitud de la respuesta del Gobierno de Birmania para responder y aceptar nuestra ayuda, ya que se ha demostrado que su habilidad para manejar la situación es limitada», criticó el embajador estadounidense en Naciones Unidas, Zalmay Khalilzad.

Por ese motivo, la comunidad ya se plantea la posibilidad de forzar la llegada de la ayuda humanitaria sin esperar el permiso. Basándose en el principio de la responsabilidad de proteger, así lo ha propuesto Francia en una iniciativa que ya ha sido apoyada por el ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos. «España se unirá al esfuerzo diplomático para ejercer todas las presiones necesarias para que la comunidad internacional pueda actuar en esta catástrofe», explicó Moratinos mientras la asistencia llega, con mucho retraso y en cuentagotas, a una Birmania tan sumida en la tragedia que no puede seguir de espaldas al mundo.