Opinion

El arte del silencio

Rajoy se ha limitado a decir que este es «un momento difícil» para el PP. No es mucho, dadas las circunstancias. En determinadas situaciones políticas, el silencio de un líder puede alcanzar categoría de arte, y Mariano Rajoy practica ahora ese arte en un partido tan despoblado de dirigentes que el silencio resuena como un misterio inesperadamente sobrevenido. Pero es una actitud arriesgada porque el misterio desata los nervios de quienes esperan algún beneficio de la voz de la esfinge, y ya se sabe que el nerviosismo puede desencadenar reacciones apresuradas contra el líder silente, sobre todo si una mayoría de la alta militancia le niega el derecho al hermetismo.

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Acosado ayer por la prensa, donde se registra desde hace dos días el malestar que tanto secretismo produce en amplios sectores del PP, Rajoy se negó a soltar prenda, es decir, a revelar cualquier nombre que vaya a incluirse en su candidatura al congreso de junio, limitándose a reconocer la evidencia de que este es «un momento difícil» para el partido. «Pero haremos las cosas con sentido común y sensatez», añadió el líder para serenar impaciencias. Y una frase que parecía dirigida no sólo a los impacientes sino a quienes intentasen influir en el proceso congresual con artimañas: «Las decisiones del PP las tomarán los compromisarios, que representan a todos los militantes». Quedaban abolidas las corrientes, las camarillas y las influencias ejercidas desde centros externos de presión.

Si Rajoy está poniendo a prueba los nervios de la élite popular, destacados dirigentes populares empiezan a medir la resistencia de Rajoy a los apremios del PP. Ya inició Álvarez Cascos hace un par de semanas, y en nombre seguramente de la vieja guardia, el envío de mensajes a Rajoy, y ya ha expresado su curiosidad, malsana, Francisco Granados, número dos del gobierno madrileño de Esperanza Aguirre, por saber a quien va a llevar Rajoy de secretario general. Pero el más impaciente parece el portavoz parlamentario Gustavo de Arístegui, que no sabe a qué atenerse. Y Astarloa, otro presidente de comisión parlamentaria, también afirma que la claridad serenaría al partido.

No parece que a Rajoy le vayan a flaquear las fuerzas cuando de manejar el silencio se trata, pues todo buen gallego sabe que en boca cerrada no entran moscas y que por la boca muerte el pez. Pero sus nervios también estarían acusando la presión a que se ven sometidos, y no precisamente desde las alturas itinerantes de Aznar, quien replica con su silencio al silencio de Rajoy, sino desde la alta militancia, que arde en deseos de saber.

Temen los dirigentes del PP, en espera de que la esfinge anuncie la composición de su organigrama, quedar a la intemperie, una vez comprobado cómo un líder de apariencia tan débil como Rajoy laminaba del grupo parlamentario a las primeras figuras que lo dirigieron en la legislatura pasada, Ante la posibilidad de que la nueva ejecutiva se forme de acuerdo a la sorayización del grupo parlamentario, los nervios salen a flor de piel. Guerra de nervios en el PP.