CON LOS SUYOS. Obama recibe las felicitaciones de sus seguidores tras imponerse con comodidad en las primarias demócratas de Carolina del Norte. / AP
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Obama acaricia la nominación

El amplio triunfo del senador en Carolina y la ajustada derrota en Indiana dejan a Clinton sin opciones

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«Obama vs McCain», publicaba ayer 'The Huffington Post'. «El Nominado», anunciaba 'Drudgereport', con la fotografía del sonriente candidato de color y su esposa. Algo ocurrió durante la madrugada, después de que cerraran los periódicos y la gente se fuera a la cama. La victoria de Hillary Clinton en Indiana menguó, y los gurús políticos declararon el final de la contienda. Antes Obama había felicitado a Clinton por su victoria en el estado, y ésta la había celebrado con sus seguidores, anunciando que gracias a ella seguiría «a toda velocidad hasta la Casa Blanca». La ex primera dama había ganado 83 de los 92 condados, pero el último, el que llegó cerca de las dos de la madrugada, procedente de los suburbios de Chicago, cambió el cuadro. Allí, la ciudad de Gary, con un 84% de afroamericanos, estaba desbordada por una participación que batió todos los récords y aupó a Obama en el conteo final.

Con catorce puntos de ventaja en Carolina del Norte, y una derrota de menos de dos puntos en Indiana, el candidato de color había superado con éxito la peor crisis de su campaña, provocada por su derrota en Pensilvania, la reaparición pública de su incendiario pastor y sus hirientes comentarios sobre la América rural amargada que se aferra a la Biblia y las pistolas. «La campaña puede continuar, pero la competición se ha acabado», declaró a 'The New York Times' el estratega demócrata Robert Shrum, que asesoró a Al Gore y John Kerry.

Con la luz del nuevo día, los superdelegados indecisos empezaron a alinearse tras el elegido. «Hillary Clinton es una candidata formidable, pero Barack Obama también lo es. Es hora de unificar nuestro partido», anunció en la CNN la superdelegada Donna Brazile. Voces como la suya se repitieron con fuerza a lo largo del día, pero algunas acarreaban mayor peso moral. George McGovern, un ex senador y ex candidato presidencial que se sigue considerando «amigo íntimo de los Clinton», cambiaba de bando al valorar que es «virtualmente impo- sible» que Hillary se alce con la nominación. Anunció también que telefonearía a la ex primera dama para aconsejarle que se retire.

«Clinton afronta uno de los días más difíciles de su campaña, anticipando nuevas presiones para dejar la competición», escribía 'The New York Times' en su web. Ajena a las presiones, y acostumbrada a crecerse ante las vicisitudes, Clinton pisó el acelerador y añadió nuevos actos de campaña para Virginia Occidental, el siguiente estado que celebrará primarias, donde el próximo martes se le augura un buen resultado pero que sólo ofrece 28 delegados.

Su rival se dirigió a Washington D. C. para convencer a los notables del Partido Demócrata de que ha llegado la hora de cerrar la contienda y empezar la reconciliación.

Hora de la reconciliación

Con su decisiva victoria en Carolina del Norte, donde venció por 56-42, ha aumentado su ventaja en delegados, estados y voto popular, además de demostrar que puede aguantar las zancadillas y golpes bajos que le preparan los republicanos cara a las generales de noviembre. «Sabemos lo que nos viene encima, no soy un ingenuo», dijo. «La cuestión es qué podemos hacer nosotros que sea diferente a lo que hacen ellos. No me metí en esto pensando que podía esquivar ese tipo de políticas, sino que me presento a presidente porque creo que es hora de acabar con ellas».

En las últimas semanas el candidato de color había sonado frustrado e incluso un poco perdido en sus discursos ya desgastados. En Carolina del Norte volvió a encontrar la voz y la energía que inspiró a las masas en los primeros meses de las primarias. Su mensaje de unidad y esperanza también sonó firme a la hora de revocar a quienes han explotado sus errores y le han tachado de antipatriota. «El otro lado puede ponerme etiquetas y llamarme lo que quiera, pero yo confío en que el pueblo reconocerá que acabar con la guerra de Irak no es rendirse, sino que podremos rehacer nuestro Ejército e ir tras Al Qaeda», entonó en su credo personal. «Confío en que los norteamericanos entenderán que no es debilidad sino sabiduría no hablar sólo con nuestros amigos, sino también con nuestros enemigos, como hicieron Roosevelt, Kennedy y Truman».

El candidato imperfecto, como se definió él mismo, defiende asimismo la nobleza del sueño americano «que permitió a mi suegro, un obrero de una planta depuradora, mantener a su mujer y sus dos hijos con un solo sueldo».