Opinion

Ciclón y política

El régimen birmano, una Junta Militar de ocho miembros presidida por el general Than Shwe, ha resistido sin inmutarse todas las presiones, pero tal vez no pueda con el ciclón 'Nargis' y sus devastadoras consecuencias.

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Como si hubiera una conspiración celeste contra los planes del régimen militar, el referéndum constitucional previsto para el sábado se ve seriamente afectado y el Gobierno ha hecho saber que no tendrá lugar en las áreas afectadas, pero, aparentemente y contra toda lógica, lo mantiene en el resto del país.

La irresponsabilidad de esta conducta es un clamor, pues todas las energías del Gobierno y sus agencias deberían estar volcadas en asistir a las multitudes afectadas por la gran desgracia, que cuenta los muertos por muchos miles y los afectados en grados diversos por millones.

El referéndum era la respuesta del régimen a la rebelión social que, encuadrada por conocidos monjes budistas y desde los grandes monasterios, le puso en jaque en septiembre pasado. El Gobierno terminó por aplastarla a su modo y causó un elevado número de muertos pero debió aceptar la presencia de un enviado especial de la ONU, Ibrahim Gambari, quien presentó dos informes abrumadores sobre la situación.

Gambari fue autorizado, bajo presión internacional y por consejo del gran vecino y aliado chino, a reunirse con la principal figura de la oposición democrática, Aung San Sun Kyi, la valerosa mujer que está pasando su vida en una suerte de oficioso arresto domiciliario. Pacífica y moderada, ella ofreció negociar una transición política, pero la respuesta oficial a la demanda popular de cambio consiste en un proyecto de nueva Constitución que, aunque contiene elementos positivos, es ante todo un intento de preservación del régimen militar.

No se permitió a la oposición alterar ni una coma del texto, convertido así en un lo toma o lo deja que, además, será sometido a un fraude masivo, si es preciso ante un resultado adverso. En estas circunstancias, el ciclón es una dificultad añadida para el Gobierno que, en vez de hacer de la necesidad virtud y dar pruebas de diligencia y responsabilidad, atiende sobre todo a su plan político-institucional.