Los militares desoyeron la alarma
La Junta que gobierna Myanmar hizo oídos sordos a la advertencia de India, que avisó cuándo y dónde golpearía el 'Nargis', que ya se ha cobrado más de 22.000 vidas
Actualizado: GuardarComo siempre, cada vez que se produce una catástrofe natural suena la pregunta del millón: ¿se podía haber evitado esta tragedia que, según las últimas cifras oficiales, ha costado ya la vida a más de 22.000 personas tras el paso del ciclón 'Nargis' por Birmania? Seguramente sí, porque las rachas de viento huracanado de doscientos kilómetros por hora que soplaron el fin de semana en esta paupérrima y aislada nación del sudeste asiático no se habrían cobrado tantos muertos en ningún país desarrollado ni habrían dejado a un millón de personas sin hogar.
Entre otras cosas, por la sencilla razón de que esas viviendas no serían las humildes chozas o chabolas en las que viven los birmanos debido a sus míseros salarios. Pero es que, además de estos problemas propios de los países pobres como Myanmar -nombre oficial de la antigua Birmania-, India alertó dos días antes del ciclón a la Junta Militar y ésta no hizo nada para dar la alarma entre la población ni preparó un plan inmediato de emergencia.
«Cuarenta y ocho horas antes de que 'Nargis' golpease Birmania, informamos del punto de impacto y su gravedad», explicó a la agencia France Press el portavoz del departamento indio de Meteorología, B. P. Yadav, quien aseguró que «había tiempo suficiente para adoptar medidas de precaución como la evacuación». Sus críticas suponen un aldabonazo más contra el régimen militar que dirige Birmania con puño de hierro desde 1962. Aunque el Gobierno del general Than Shwe, que subió al poder tras las protestas democráticas que derrocaron al dictador Ne Win en 1988, asegura que «hace todo lo posible» para afrontar la grave crisis desatada en el país, su principal prioridad no es ayudar al pueblo, sino mantener el control.
Así ocurrió durante la 'revuelta azafrán' protagonizada por los monjes budistas en septiembre del año pasado, aplastada por el Ejército tras matar a 31 manifestantes y detener a miles de ellos. Y así pasa ahora. Mientras los habitantes del delta del río Irrawaddy (Ayeyawaddy) se sobreponen a la tragedia con lo poco que les ha quedado, la Junta Militar sigue adelante con su intención de celebrar este sábado un referéndum sobre la Constitución 'vendido' como la 'hoja de ruta' hacia la democracia, pero repudiado por la oposición. La consulta se celebrará como estaba previsto y sólo se retrasará hasta el día 24 en 47 ciudades de las cinco zonas afectadas: las divisiones de Yangón (antigua Rangún), Bago y Ayeyawaddy y los estados Kayin y Mon, fronterizos con Tailandia.
«Inaceptable»
En un país sumido en el caos, la destrucción y la muerte tal falta de sensibilidad ha enervado a la oposición, que cree que es «extremadamente inaceptable» celebrar el referéndum tras el ciclón. «No hemos visto asistencia efectiva a las víctimas. Dan prioridad al proceso constitucional sin respetar las dificultades sociales a las que se enfrenta la gente por este desastre», criticó la Liga Nacional de la Democracia (LND), la formación liderada por la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, quien se ha pasado doce de los últimos dieciocho años confinada bajo arresto domiciliario tras ganar las elecciones de 1990, invalidadas por los militares. A la vista del infierno en que se ha convertido Birmania, la oposición podría capitalizar el descontento de la ciudadanía para intentar una nueva revuelta contra el régimen por su falta de previsión ante la catástrofe.
Además, y del mismo modo que hizo oídos sordos a los avisos de India, la Junta Militar se muestra reticente a permitir la entrada en Birmania de grupos extranjeros con ayuda humanitaria. A pesar de haber solicitado la colaboración exterior, el Gobierno, aislado en plena jungla y a cuatrocientos kilómetros de Rangún en su ciudad-búnker de Naypyidaw, ralentiza la concesión de visados hasta tal punto que el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, ha instado a que acepte su asistencia. «Estamos preparados para que la Armada americana ayude a buscar a aquellos que perdieron sus vidas y a los desaparecidos, pero, para ello, la Junta Militar debe permitir a nuestros equipos de emergencia entrar en el país», animó Bush. Sin embargo, sus palabras pueden tener un efecto contraproducente por pronunciarlas, precisamente, en un acto en el que firmó la concesión de la Medalla de Oro del Congreso norteamericano a la máxima rival del régimen birmano, la líder opositora Aung San Suu Kyi. Mientras la Casa Blanca y la Junta juegan a la política, Myanmar se hunde en el caos.