El hogar
Dónde está el hogar de uno? Hace unas semanas, cuando entrábamos en Jerez de vuelta de uno de nuestros fines de semana, Mochano y yo nos enfrascamos en una conversación sobre el tema. No sé qué nos llevó a ello, seguramente que dije en voz alta algo que hace tiempo que llevo pensando: Jerez es ya mi casa. Y aunque disfruto con locura de cada visita a Málaga, no puedo evitar esas ganas incontrolables de coger las llaves y abrir la puerta de mi piso que me entran los domingos en el coche.
Actualizado:Mochano se quedó callado, y dudó antes de responder: está muy a gusto aquí, pero la tierra aún le tira demasiado. Él piensa que su hogar está conmigo, y que donde sea es lo de menos, pero esos nervios que a mí me entran de vuelta a él se le meten en el cuerpo cuando divisa la Peña de los Enamorados, ésa que separa su Antequera natal de Archidona.
No sé si soy más descastada, si me acostumbro pronto a los cambios o si es que los ocho años que llevo ya en Jerez han sido tan intensos que se me han metido en el cuerpo y ya no hay vuelta atrás. Mi madre tiene la misma intuición, y hace poco me confesaba que le había reconocido a una amiga que su hija se iba a quedar para siempre por estos lares.
Habrá que ver qué nos depara el futuro, porque también pensé que era para siempre cuando viví tantos años en Marbella, y luego en Archidona, en Sevilla y en Málaga. Así cualquiera desarrolla un espíritu nómada. Claro que en mi caso tuve muchos vínculos. Los de Miriam, que me hizo ver Jerez con sus ojos y se convirtió junto con Francis en mi otra familia. Ahora es él el que está fuera, por eso cuento los fines de semana para verlo. Los de Irene y Yolanda, y los niños de la comuna de Santo Domingo. Los de Vicente y ésas ganas de diversión y de buscar la mejor cara en épocas difíciles cuando aún estaba sola en Jerez. Y los de los que he conocido después. Sí, a mí me gusta el Jerez de mis amigos.