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CEÑIDO. Perera, triunfador de la tarde, en milimétrica ejecución de una gaonera al toro que cerraba plaza. / CRISTÓBAL
Toros

Miguel Ángel Perera despierta una tarde aburrida

La falta de casta y de poder de los toros de Parladé marca el último festejo del abono de la Feria del Caballo de Jerez Finito de Córdoba y Rivera Ordóñez se van de vacío

PEPE REYES
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Con un anodino epílogo se puso broche ayer a la jerezana Feria del Caballo. De nuevo, la sosería, aborregamiento y falta de casta y de raza de los animales lidiados dieron al traste con las ilusiones depositadas en una tarde de toros.

Y de nuevo, un ganado con ascendencia directa de Juan Pedro Domecq, de infausto recuerdo re-ciente en esta plaza, fue el responsable de que la corrida transcurriera por los desasosegantes cauces del aburrimiento y la monotonía. La fecunda línea geneaológica de Conde de la Corte-Mora Figueroa, que tantas vacadas ha fundado y tanta casta ha desplegado en la tauromaquia del siglo XX, parece encontrarse hoy en un momento complicado, parece que algunos aguaron demasiado el vino añejo, denso y exquisito de su casta.

Pero no todo el sopor de este último festejo debe cargarse a la paupérrima condición del ganado. También la torería actuante, salvo el caso de Perera, puso de su parte para que el festejo no tomara los vuelos deseados. Con el flojo ejemplar que abrió plaza, intentó estirarse Finito de Córdoba en el toreo a la verónica.

Referéndum absurdo

Pero el lucimiento deseado quedó sólo en un conato. Como conato resultó también, una vez más, el encuentro del toro con el caballo. Simulacro que consienten y hasta aplauden los humanitarios públicos que, como en el cine, tienden a ponerse de parte del contendiente más débil.

Porque, quién es más débil, el enorme jamelgo parapetado con duros cueros y montado por un voluminoso jinete, portador de afilada pica. O un endeble bóvido que, huidizo y sin fuerzas, se desploma claudicante por la arena. En casi todas las plazas estaría cantado el resultado de este ignominioso referéndum.

Lo cierto es que las dos primeras tandas de Finito, espada que sabe interpretar el buen toreo, poseyeron cierta plasticidad y hondura. Pero en las series posteriores sorprendió con un cite demasiado despegado y un trazo carente de ceñimiento. Viaje largo y suave demostró tener el toro por el pitón izquierdo, pero no existió acople en el toreo al natural Fue faena pulcra, de ejecución correcta, aunque periférica, y carente de vibración e interés.

Mayor flojedad presentó el cuarto, carente de recorrido y de fuerzas desde el primer tercio. Tras un despropósito de suerte de varas, con la salida del toro tapada con descaro, el animal quedó sin el más mínimo atisbo de poder o movimiento. El de Córdoba, apático y desconfiado, lo despachó con rapidez de pinchazo hondo.

Tampoco constituyó un dechado de fuerzas y de casta el primero de Rivera Ordóñez. De embestida rebrincada e incómoda, fue poco a poco sometido por el matador con una profusión de muletazos en redondo, que destacaron más por su abultado número que por sus inexistentes destellos artísticos.

Con una estocada en el mítico «rincón de Ordóñez», es decir, casi un bajonazo, puso fin a un intrascendente trasteo. Gusto y empaque derramó Rivera en las verónicas con que recibió al castaño chorreado que hizo quinto.

Reducido su poder y pujanza con el segundo puyazo que recibió, llegó sin entrega y con muy corto viaje al tercio de muleta.

Un buen rato se llevó con ella el espada mientras simulaba intentar el lucimiento. Al fin, dos tandas de naturales ligados, que el toro siguió con desgana, fueron clamorosamente jaleados y hasta acompañados por la música.

Perera puso lo mejor

Lo más destacado del festejo lo firmó Miguel Ángel Perera ante dos toros nobles aunque carentes de agresividad y casta. Meció con gusto las verónicas que dibujó en el sexto y lució en ceñidos quites por gaoneras y chicuelinas. Pases ligados por la espalda para iniciar faena y una sucesión de series por ambos pitones, cuyo trazo contenía empaque, largura y sabor.

Sólo el mal uso de los aceros evitó que la salida a hombros del pacense configurara la última y triunfal imagen de la feria. Que no se recrdará por la bravura de sus toros.