MAR DE LEVA

Desconcierto

Elegir un colegio no es como elegir un coche, donde usted compra al final no el que le gusta, sino el que puede permitirse. Elegir un colegio no es cuestión de motores, sino de personas. De vidas de niños, muy pequeños, donde se va a configurar buena parte de su vida de niño, en algún caso hasta la adolescencia. Elegir un colegio no es, pues, cuestión de capricho, y no sólo cuestión de ideología o religión: está también la cercanía a casa o al trabajo, las instalaciones y prestaciones que los colegios ofertan, la tradición familiar, o simplemente el prestigio de los centros. No es, por tanto, una cosa que tomar a la ligera, ni que descalificar a la ligera con demagogias salidas de un túnel del tiempo que no representan, desde luego, a este momento de ahora.

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Se garantiza una educación gratuita para todos y, para garantizarla, se instauraron los conciertos. Una ventaja para todos: para la administración, que se ahorra un capital importante en inversión y en sueldos (puesto que los colegios y sus instalaciones ya están hechos y los profesores cobran menos), y para muchos centros que, con el paso de las décadas, la baja natalidad, los nuevos tiempos en suma, han visto cambiar sus aulas y, más que sus aulas, han visto peligrar en muchos casos los puestos de trabajo de sus profesores y maestros y personal de administración y servicios. Que son todos ellos, no lo olvidemos, trabajadores como los de otros trabajos, cada uno de su padre y de su madre y de su ideología personal, punto que convenientemente jamás se tiene en cuenta.

La polémica de estos días es falsa. Los colegios concertados y privados no se inventan los temarios, que vienen perfectamente estructurados por las delegaciones de educación, con lo cual difícilmente podremos los profesores deformar los contenidos de cada asignatura, ni formar supuestas elites que no existen más que en la mente calenturienta de quien tiene ojeriza a que exista pluralidad democrática en este como en otros ámbitos de la vida en sociedad. Si hay pocos inmigrantes, es porque en Cádiz, ay, los inmigrantes vienen de paso. El bulo de que se inflan las notas se desmonta en cuanto se cotejan los expedientes académicos con la calificación de selectividad y se ve que la desviación entre una y otra es mínima y a veces justo la contraria de lo que se acusa. Cuando se menciona esa estupidez a mala uva de que los profesores de la pública están mejor preparados que los de la concertada, porque tienen hechas unas oposiciones, se olvida convenientemente que en la pública se trabajan muchas menos horas y se gana bastante más dinero, desigualdad que, como no es de género, parece ya batalla perdida para los colectivos de docentes no funcionarios. Y lo de ser buen o mal profesor no lo da un examen, sino la experiencia, la batalla de años y años a pie de aula. Hay magníficos periodistas que jamás pasaron por una facultad de ciencias de la información, pongo por caso. Y otros con carné que no sirven ni para acosar a famosillos para el Tomate.

Lo que estamos leyendo estos días viene a ser igual de cerril que la polémica de la Educación para la Ciudadanía, pero vista ahora desde el otro lado. Los prejuicios pueden más que los hechos. Se lanzan espumarajos de odio hacia un tema donde no tendrían que meterse más que los padres de esos niños, que quieren que esos niños se eduquen donde y con quienes quieren, porque ellos quieren. Si un sector importante de la población prefiere un tipo de colegio, será por algo, y las causas no hay que buscarlas en inexistentes teorías de conspiración ni en elites sociales (¿hay de verdad pijos en Cádiz?). Basta mirar cuántos hijos de profesores de la enseñanza pública (y de políticos de la izquierda) acuden a centros concertados y no públicos para recordar que el problema de la pública es la pública misma, no la enseñanza concertada.

Entre una república parlamentaria tipo Francia y una monarquía parlamentaria tipo Inglaterra y nosotros no hay tanta diferencia. Tampoco la hay entre la enseñanza concertada y la enseñanza pública en un sitio tan chico como Cádiz, donde nos conocemos todos sin que haga falta que nos temamos. Aquí todos estamos en el mismo barco y queremos lo mejor para nuestros hijos y nuestros colegios.

Ahora explíquenselo ustedes a esos padres que veo cada mañana salir con la cabeza gacha porque la ley decide que no tienen derecho a que su hijo se eduque donde quieren. Pero tranquilos, construirán un módulo de PVC donde podrán dejar a los niños de nueve a dos todos los días. Nos costará más caro a todos, pero quedará monísimo.