China habla a la fuerza con el Dalai
Pekín recibe a enviados del líder budista para evitar que el conflicto tibetano afecte a los Juegos Olímpicos El presidente Hu supedita el diálogo al fin de la violencia
Actualizado: GuardarPor primera vez desde hace un año y, lo que es más importante, desde el estallido de la revuelta tibetana de mediados de marzo, el Gobierno chino y los representantes del Dalai Lama se volvieron ayer a sentar juntos para dialogar. El encuentro, que tuvo lugar a puerta cerrada en una villa de la ciudad sureña de Shenzhen, reunió a dos emisarios de la máxima figura política y espiritual del budismo, Lodi Gyari y Kelsang Gyaltsen, y a dos altos cargos del Departamento de Frente del Trabajo Unido del Partido Comunista, Zhu Weiqun y Sitar, quienes se encargan de asuntos religiosos y concernientes a las minorías étnicas del gigante asiático.
Sobre la mesa, la situación en la región tibetana tras el estallido de violencia del 14 de marzo. Ese día, una turbamulta enfurecida aprovechó la conmemoración del 49º aniversario de la huida del Dalai Lama en 1959 para rebelarse en Lhasa y protagonizar los peores disturbios registrados desde que, en 1989, el entonces secretario provincial del PCCH y hoy presidente de China, Hu Jintao, impusiera la ley marcial para aplastar otro levantamiento similar.
Según Pekín, los alborotadores lincharon y mataron, incluso quemando vivos, a una veintena de chinos de la etnia han, la mayoritaria en el país, mientras que el Gobierno tibetano en el exilio denunció la muerte de 203 personas y miles de detenciones por la posterior represión militar.
Además, la revuelta en esa región del Himalaya, que sigue cerrada a cal y canto a la prensa extranjera y a los turistas, ha ensombrecido los preparativos para los Juegos Olímpicos de Pekín que se celebrarán este verano. Debido a las violentas protestas al paso de la antorcha olímpica por Londres, París y San Francisco, el Gobierno chino se ha visto obligado a hacer un gesto de cara a la comunidad internacional retomando el diálogo con el Dalai Lama.
Aunque el jefe budista ha sido demonizado hasta ayer mismo en los medios chinos, controlados por el régimen comunista, Pekín intenta zanjar, o al menos suavizar, la crisis en Tíbet para que no afecte aún más a las Olimpiadas. «Espero que se alcancen resultados positivos en este encuentro», confió a la agencia Jiji Press el presidente, Hu Jintao, en un encuentro con reporteros nipones poco antes de partir mañana en un histórico viaje a Japón. Sin embargo, el mandatario advirtió de que «no debemos fijarnos sólo en lo que digan, sino también en lo que hagan», condicionando los frutos de la reunión a la calma de la situación en Tíbet.
Sabotaje
«La puerta para el diálogo siempre ha estado abierta. Sinceramente confiamos en que los partidarios del Dalai puedan mostrar con hechos que han detenido sus actividades separatistas y han dejado de conspirar para incitar a la violencia y al sabotaje de los Juegos Olímpicos, lo que crearía las condiciones oportunas para la siguiente ronda de negociaciones», indicó el presidente del gigante asiático.
Mientras tanto, el oficial 'Diario de Tíbet' continuaba ayer su ofensiva contra el Dalai Lama al acusarle de ser «un instrumento a la orden de las fuerzas internacionales antichinas». Por su parte, el portavoz del Gobierno tibetano en el exilio, Thubten Samphel, aseguró que «nuestra principal preocupación es el fin de la represión y el levantamiento de las restricciones».
A pesar de la importancia de estas reuniones, que se celebrarán a puerta cerrada durante dos o tres días, el primer ministro tibetano, Samdhong Rinpoche, ya ha dejado claro que no tendrán el mismo rango que las seis rondas de conversaciones a alto nivel mantenidas entre 2002 y 2007. «No se discutirá sobre asuntos básicos de China y Tíbet porque no se dan las condiciones adecuadas debido a la actual situación», explicó Samdhong.
Por la independencia
Como otras zonas fronterizas, Tíbet ha formado parte del imperio chino cada vez que sus dinastías eran lo suficientemente fuertes como para dominar esta región, que lucha por su independencia desde que las tropas comunistas la ocuparan en 1950 y la anexionaran oficialmente a China un año después.
Debido a la imparable emergencia internacional del gigante asiático y a su crecimiento económico, el Dalai Lama ha modulado su discurso y ya no reclama la independencia tibetana, sino una autonomía real y mayor respeto para su identidad religiosa y cultural.