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Fleurquin intenta frenar un ataque del Ferrol. / CARLOS CARBALLEIRA
Deportes

El Racing de Ferrol vence en casa ante un Cádiz algo torpe

Dos pifias en defensa hunden a los de Procopio y los dejan a cuatro puntos de los puestos de descenso

JOSÉ MARÍA AGUILERA
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La situación es para echarse a temblar, y el Cádiz se echa a dormir. Asusta la candidez de un equipo tan veterano que se deja los puntos a golpe de ingenuidad, con un colchón cada vez menos mullido de tantas cabezadas inoportunas. Su narcolepsia es una enfermedad que no se ha curado ni con las pastillas de Procopio, y supone un riesgo elevado de accidentes. Por ejemplo, estrellarse contra una Segunda B que ya se advierte en un horizonte no muy lejano.

Una inocentada y un grave error de marcaje dinamitan la marcha de una plantilla que parecía liberarse en Soria pero ahora de nuevo tiene la soga al cuello. Está condenada a sufrir, y con ella un cadismo que se frota los ojos esperando que todo sea una temible pesadilla. Ferrol es un puerto más en este interminable peregrinaje, necesario para expiar tantas culpas.

La mayor pena es que el Cádiz hizo méritos para al menos empatar, aunque mereció perder por sus dos inaceptables despistes. El equipo amarillo saltaba al campo pleno de confianza, liberado de los complejos que le atenazaron en la época anterior. Los visitantes dominaban el panorama con suficiencia pero sin pegada, una carencia decisiva en este deporte (Natalio pagaría el pato en el descanso).

Bien plantados, llegaban a todos los rechaces y armaban buenas jugadas que morían en la orilla. El Racing se sentía inferior, y sólo Álvaro Antón traía algo de peligro a Contreras. Tan relajado debía estar el meta madrileño que por un momento se olvidaba de mirar el cuero, craso error. En una falta en mediocampo, Koke organizaba su defensa, sus compañeros no tapaban el tiro y Charpenet la colaba desde su casa en una portería sin dueño.

Dormidos

La pifia abría el cielo gallego, el sol salía después de los nubarrones. El Cádiz no se explicaba cómo se le había escapado el partido de las manos por un simple despiste, un fallo de atención. Todavía estaba tocado cuando los verderones forzaban otra falta lateral. El centro atravesaba la zaga amarilla y Jonathan, libre de marca, la empujaba a la remanguillé para anotar el segundo.

El ecuador significaba una tregua deseada por los visitantes, que en dos golpes habían quedado completamente desarmados. Procopio tenía que reconstruir su equipo, y se cargaba a su estrella (apagada), Natalio, para introducir a otra que hace tiempo se quedó sin luz (Gastón Casas).

Cambio de papeles

El gol gallego cambiaba las tornas en la primera mitad, y un nuevo tanto, caído del lado visitante, transformaba el panorama. Enrique lanzaba una falta peligrosa y Fleurquin estiraba el cuello entre la melé para alojar la bola en el fondo de la red. La pelota parada sigue marcando las reglas de este juego.