Los trazos de Haring
La calle era su lienzo. Se cumplen 50 años del nacimiento de un pintor que elevó el grafitti a la categoría de arte
Actualizado: GuardarAyer se cumplieron 50 años del nacimiento de Keith Haring, el pintor callejero y figurativo, con un estilo intransferible, que falleció de sida a los 31 años en 1990. El estadounidense rehuyó el arte abstracto y abrazó el pop propulsado por Andy Warhol y Jean-Michel Basquiat. Empezó pintando en la calle y acabó en las galerías, donde tuvo fervientes seguidores y detractores. Haring eligió ante todo como campo de expresión las paredes de Nueva York. Esperaba que el arte pudiese llegar a todas las personas, más allá de su condición social.
Su ímpetu personal, el azar y el consumo en su infancia de cómics y dibujos animados sembraron la base de su arte. Usó un rotulador negro y la tiza blanca en sus primeros y más conocidos trabajos. La finalidad era establecer una comunicación rápida y directa con el viandante apresurado de las calles neoyorquinas mediante una iconografía sencilla y rotunda -los tags de los grafittis- para que fuese fácilmente registrada por la mente. Cada vez que pintaba en la calle y, sobre todo, en los andenes del metro de Nueva York -sus denominados subway drawings-, se arriesgaba a ser amonestado, pero, a diferencia de los artistas del grafiti al uso, no pintaba a escondidas dentro de los vagones, sino en superficies que, además, estaban cerca de pósters de publicidad.
Keith Haring quería llegar a ser una celebridad. Lo consiguió incluso entre los niños. La fama le encumbró en un abrir y cerrar de ojos y le facilitó el contacto con artistas como Madonna y Grace Jones, el escritor William Burroughs y disc-jockeys de la escena neoyorquina, algunos de los cuales fueron sus parejas.
«Yo amo la vida»
A su primera exposición individual en 1982 asistieron artistas como Roy Lichtenstein, Robert Rauschenberg y Richard Serra. La escena alternativa y la alta sociedad le abrieron en paralelo sus puertas. Hoy en día, la memoria de Keith Karing sigue viva no sólo por el lado comercial, sino también por la tarea de la Fundación Keith Haring, que él creó en vida y se implica en cuestiones sociales, principalmente, en el sida entre la comunidad homosexual.
Haring trató sin rodeos temas universales como el amor y la felicidad, la alegría y el sexo, la violencia, el abuso, el sida y la opresión. Rehusó el lienzo porque le bloqueaba creativamente. Numerosas exposiciones en todo el mundo le recuerdan, de Lyon (Francia) a Nueva York. Bajo la cita de Haring «yo amo la vida», se baila hasta el alba en el club Paradise Garage de Nueva York, donde se embriagaba su decidido y decisorio trazo para el arte underground.