"Estoy dispuesto a unirme a Pink Floyd"
El mítico líder de la banda británica ofrecerá el viernes un histórico concierto en Granada, el único en España
Actualizado: GuardarEl próximo viernes Roger Waters (Great Bookham, Reino Unido, 1943) dará el único concierto de este año en España presentando The dark side of the moon, una asignatura pendiente para toda una generación, ya que los Pink Floyd de aquella época nunca llegaron a tocar en España. Waters, bajista, vocalista y líder de Pink Floyd –grupo que ha vendido más de 200 millones de discos– trae a Atarfe, en Granada, un superconcierto cuadrafónico y lleno de efectos especiales (prismas luminosos, cerdos voladores…) pensado para audiencias de más de 25.000 personas, las que ya tienen la entrada comprada para asistir al que probablemente sea al mayor espectáculo de rock de todos los tiempos. En plena gira el bajista ha tenido la gentileza de sentarse ante el ordenador desde los Estados Unidos y hablar para LA VOZ de lo divino, humano y por supuesto del que todos señalan como ideólogo genial de Pink Floyd, el guitarrista Syd Barrett, fallecido en 2006 tras décadas de tratamiento de su cuadro esquizofrénico y al que dedicaron Wish you were here (Ojalá estuvieses aquí), otro de los discos emblemáticos, que como The wall también sonarán en Atarfe.
–Ha estado mucho tiempo alejado de los escenarios, ¿qué ha ocurrido para que vuelvan a tener interés para usted los conciertos y las giras?
–La última gira grande que hice fue en 1987 que fue la de Radio Chaos, luego hice The wall en Berlín y… ¿qué ocurrió después? Me divorcié y me moví un poco. Hice algunos conciertos como uno con Don Henley, John Fogerty y Neil Young, canté con ellos unas cuantas canciones y sentí una grata calidez por parte de la audiencia. ‘Estuvo bien’, recuerdo que pensé, y me empezó a rondar durante todos los noventa la idea de volver a tocar. Al fin decidí mojarme a ver qué pasaba y salió bien, así que aquí estoy con La cara oscura del la luna.
–¿No tenía nada nuevo que ofrecer en vez de volver a ‘La cara oscura...’?
–No se trata de eso porque tengo pendientes muchas cosas, pero es que todavía me gusta ese disco y tocarlo entero sigue siendo un desafío, porque hay que hacerlo exactamente igual, ya que es una música que se ha convertido en un icono y no admite ninguna variación. Hay partes muy accesibles ahora con los instrumentos actuales, y otras que son muy sencillas; es curioso porque por partes es simple, pero el secreto estuvo en el todo a la vez. Su mensaje es amable y sofisticado a la vez y su capacidad emocional se mantiene intacta, al menos para mí, porque creo que esa preocupación por las emociones del ser humano es de donde sale su energía, y además con tantos pasajes autobiográficos me sigue afectando. Pienso que se mantiene realmente bien tras tantos años.
–¿Qué diferencia habrá con sus presentaciones en los años 70?
–Los efectos visuales son muchísimo mejores. Precisamente le di muchas vueltas a la cabeza sobre cómo utilizar las películas en un espectáculo de rock&roll, y a estas alturas creo que lo tengo bien controlado. He utilizado bastante del material antiguo y lo he actualizado un poco. La idea original fue haber hecho un espectáculo monocromo, hasta que pensé: ¿si hay varios colores en el espectro por qué no usar un color para cada canción? Y a sí se hizo. Ahora es todo mucho más grandioso y realmente bonito.
«No había conexión»
–¿Ha lamentado en alguna ocasión dejar Pink Floyd?
–No, ni por un solo momento. En aquellos días hubiese sido deshonesto y malsano continuar dentro, no éramos un grupo, éramos varios músicos sin ninguna conexión entre nosotros y una distancia enorme con el público.
–Se tenía la sensación cuando usted dejó Pink Floyd en 1985 de que el nombre del grupo pesaba más que su aportación a la banda. Se dio la paradoja de que el grupo fue un superventas explotando sus canciones y usted no aparecía en las listas con sus propios discos posteriores, ¿le decepcionó la situación?
–Cuando nos juntamos en 2005 para el concierto Live 8 de Londres, creo que ese concierto puso las cosas en su sitio. Obviamente un gran número de personas nos vio por la televisión, y creo que descubrieron al tío que escribió las canciones de Pink Floyd y llegó a relacionarnos. En los años posteriores a dejar el grupo pienso que yo era percibido más como el tipo que los dejó en la estacada. Ahora ya no se me ve como el gruñón del equipo, o eso espero.
–Volver a tocar juntos en aquel festival…, ¿cómo lo vivió?
–Fue fabuloso, me gustó porque realmente el grupo funcionaba, estábamos juntos y funcionábamos juntos de nuevo. Aquel día cambiaron muchas cosas. ¡el día que se anunció que nos reuníamos para esa ocasión nos llegó una oferta de 250 millones de dólares para una posible gira! ¡fíjese si cambiaron!
–Ahora se llevan las reuniones de grupos disueltos hace años. Ustedes ya tocaron juntos gracias a Bob Geldof (casualmente su protagonista en la película ‘El Muro’ antes de ser un activista mundial) en un festival benéfico, el Live 8. ¿Este tipo de motivaciones filantrópicas serían un buen pegamento para unir a Pink Floyd?
–A pesar de nuestros egos y nuestra historia si pudiéramos juntarnos por alguna causa a mí no me importaría. Me gustaría hacer algunos conciertos en Londres, Nueva York o Palestina, me encantaría tocar en Palestina. Una pequeña gira porque, si no es mucho esfuerzo montar un solo concierto. Creo que hay una audiencia que lo desea y yo estoy dispuesto a hacerlo. Pero dudo mucho que Nick y David estén de acuerdo.
–Durante años hubo una tensa batalla, hasta legal, entre usted y David Gilmour; sin embargo ustedes resultaron un tándem de notable capacidad de comunicación. ¿Qué buenos momentos escogería de su vida profesional con él?
–David fue un estupendo cantante y todavía lo es. Interpretar las partes cantadas de los temas que íbamos montando fue estupendo. Él tiene un oído muy agudo y mucho sentido de la armonía que nos permitían hacer cosas increíbles en los coros, aquellas grabaciones dobladas… yo me retiraba un poco y era admirable ver cómo lo hacía.
–Ustedes fueron los responsables del gigantismo en el rock…
–Si hablas de hacer rock en estadios, en los años 70 llegué a renunciar a esos grandes recintos que te alejaban del público. Pero ahora he cambiado mi punto de vista y creo que es posible crear conciertos de rock&roll con un espíritu de comunión incluso de grandes estadios de fútbol. Pongo siempre como ejemplo los conciertos que he hecho en Suramérica, para 50.000 ó 60.000 espectadores y sentí una gran comunicación con ellos.
–¿Concretamente qué recuerda de su paso por Argentina?
–Obviamente la carne, qué maravilla. El país estaba muy deprimido, pero el público era fenomenal. Todos los públicos hispanoamericanos van mucho más allá del entusiasmo: se saben cada una de las palabras de cada canción y las cantan con muchísima pasión. No tienen inhibición y gritan como si les fuera en ello la vida; a mí me encanta escucharles a ellos cantar, es increíble.
–El show del viernes en Atarfe, en Granada ¿se nutre sólo de material Floyd? ¿Qué otro contenido de otras épocas añade a estos conciertos?
–Por ejemplo Sheep o Leaving Beirut... entre otras.
–¿Qué cuenta exactamente en ‘Leaving Beirut’?
–Leaving Beirut empezó como una narración que escribí hace 25 años y parte de mi viaje a Beirut cuando tenía 19 años. Viajaba con unos amigos y el coche se estropeó, hice autostop hasta Gaza y de ahí a Beirut y allí conocí a una gente que me trató de maravilla, y eso que era una familia disfuncional. Había un gran contraste entre sus malformaciones físicas y cómo vivían y la grandeza de su generosidad, me lo dieron todo. Por eso cuando Bush y Blair invadieron Irak me sentí muy triste por ese extraordinario, obvio e inhumano error, que provocó que recuperara aquella historia manifestando mi desaprobación.
–¿Hay algo en la escena musical actual qué le llame la atención?
–Seguramente lo hay… sólo que yo no lo conozco. La música popular no es algo que me interese. Las últimas cosas de Dylan están muy bien; me gusta también el primer disco de Ray LaMontagne...Y podría citar algún nombre más pero sin mucho conocimiento de causa.
Nuevo ‘The Wall’
–A la vista de los sucesos sociales, políticos y económicos del último decenio, ¿cabría hacer una adaptación de ‘The Wall’ a los nuevos tiempos y los nuevos muros?
–Estoy comprometido a rescribirlo para un musical de Broadway. Lo estoy escribiendo con Lee Hall. El disco y la película a estas alturas han quedado un poco flojos y con poco sentido del humor.
–La felicidad no es uno de sus temas más frecuentes en sus letras, más bien todo lo contrario. Pero sin duda habrá algún momento estimulante y positivo en su vida, ¿no?
–Temas sexuales aparte, la trayectoria de una canción me emociona. El trayecto entre el primer boceto y la canción terminada es para mí muy estimulante, es como cuando un pintor hace el cuadro, se separa para mirarlo y descubre que está completo. Es una sensación estupenda. En lo que refiere a conciertos, el Live 8 fue muy especial para mí, como comenté antes.
–¿Qué otras cosas le resultan satisfactorias?
–Estoy tentado de citar, obviamente, a mi novia. Aparte de la música, me gusta jugar; ahora bien, como reto y estrategia, porque cuando he ido a un casino no me ha gustado. Me encanta jugar por dinero a cosas como el backgammon... tengo unos amigos con los que echamos unos ratos… dentro de ese contexto del jugador me gusta ese dolorcillo cuando pierdo, y suscribo con Truman Capote aquello de que ‘no es suficiente que tenga éxito, necesito ver al otro caer’. Sobre todo hablando de golf.
–Además de la cara oculta de la luna, ¿a dónde va para perderse?
–Me gusta ir al sol, me gusta la pesca con caña y mosca. Me gusta ir a Las Bahamas a pescar el tarpón.
–Y cuándo deja de ser una estrella en gira, ¿qué hace?…
–Juego al golf y sigo la Premier League siempre que puedo...
–¿Cómo le gustaría ser recordado?
–Me gustaría que la gente siguiera valorando The dark, The Wall… y unas cuantas canciones más. Estaría bien que se acordasen de mí por haber llevado el teatro y el gran espectáculo al rock, por haber conseguido que el rock sea una gran emoción.