Debacle laborista
La derrota sin paliativos sufrida por el Partido Laborista en las elecciones municipales de Inglaterra y Gales, la peor en 40 años, certifica el efecto devastador que ha tenido en las urnas la progresiva pérdida de popularidad del primer ministro, Gordon Brown, y el desgaste del proyecto político que encarnó Tony Blair. Aunque la formación de Brown confiaba en que los sucesivos reveses en los comicios locales amortiguara las consecuencias del escrutinio en los 159 municipios convocados este año a las urnas, los resultados no dejan duda alguna sobre la relevancia del descalabro: los conservadores de David Cameron han aventajado en 20 puntos a sus rivales, que perdían anoche la Alcaldía de Londres, según los primeros datos oficiales, y que quedan relegados a tercera fuerza por los liberal-demócratas, lo que cuestiona la continuidad del bipartidismo tal y como se venía articulando hasta ahora. Ésta constituía el primer desafío electoral de Brown, designado sucesor de Blair sin que su elección se sometiera al dictamen de los votantes. Sólo por ello, la derrota supone un fiasco personal para el premier británico, carente del carisma de su predecesor y, a tenor de estos resultados, lastrado por un programa continuista al que él no parece capacitado para darle brío.
Actualizado:Brown, desgastado por una controvertida reforma fiscal y por la intervención para impedir el hundimiento del Northern Bank, ha atribuido la debacle a las dificultades económicas. Pero esa admisión, que puede llevarle a ganar tiempo hasta las legislativas de 2010 con la confianza de haber superado para entonces la amenaza de la crisis, no hace más que intensificar el alcance de la derrota. Porque aunque la confianza de los ciudadanos en la capacidad de los laboristas para gestionar la economía se ha ido resintiendo en los últimos años, su actual primer ministro había labrado todo su prestigio como ministro de Finanzas. Con ese bagaje seriamente resquebrajado, Brown está obligado a reactivar un proyecto que el electorado, menos de un año después de su nombramiento, no parece identificar con su liderazgo del país. Aunque la medida valoración de su victoria por parte de Cameron también demuestra que los tories deberán esforzarse en hacer calar el mensaje de que éste no es tanto un castigo hacia el premier como un voto de confianza para la formación conservadora.