CRÍTICA DE TV

Warrick

Los espectadores son personas adultas -al menos, nominalmente- y saben de sobra que los actores y los personajes son personas distintas, o sea, que uno es Grissom y otro es William Petersen. Habrá quien considere esta observación ofensiva de puro banal, pero no, oiga: si hay fenómeno fan, es porque una buena porción del gentío identifica a la persona con el personaje, al señor o señora de carne y hueso con el papel que interpreta, y por eso es tan habitual que los grandes astros que mueven muchedumbres sean los que dan carne a personajes simpáticos, guapos y valientes, mientras que es muy raro que los actores especializados en hacer de «malo» susciten el interés de las multitudes.

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Pues bien: aunque los espectadores sean personas adultas, más de uno se habrá quedado de piedra al saber que a Warrick le han metido en el trullo porque le han pillado con el coche lleno de droga hasta el habitáculo del extintor. Warrick uno de los forenses que aparece en C.S.I. Las Vegas: un tipo duro, curtido en la adversidad, con un pasado de turbias adicciones, fondo tierno y aplicación inteligente. Pues bien: éxtasis, cocaína, heroína, medicamentos ilegales, estupefacientes de todo género y color... de todo había en el coche de Warrick, según confirma la policía de Palm Springs, Los Ángeles.

Y hasta el propio Warrick estaba colgado como un calzoncillo en tendedero popular, visiblemente afectado por el consumo de sustancias psicoactivas, por emplear un tropo elegante. Warrick, a todo esto, se llama Robert Gary Dourdan. Todos los héroes, como es sabido, dejan de serlo cuando se les saca de su papel. Warrick, que es un escrupuloso agente de la ley cuando está en C.S.I. Las Vegas, viola la ley con no menor escrúpulo cuando sale de grabar. La última salida, según dicen, ha sido definitiva: Warrick deja, en efecto, C.S.I., como también Sara Sidle (Jorja Fox). Ahora Dourdan, como Warrick, queda abandonado de todo y todos, fumando en la noche de Los Ángeles, con el automóvil abarrotado de droga, y quién sabe si no acabará jugándose las pestañas en Las Vegas, para ser del todo coherente. A veces la persona se indigesta de personaje. También Bela Lugosi, Drácula, terminó durmiendo en un ataúd.