Prensa sin mordaza
Actualizado:a conmemoración hoy del Día Mundial de la Libertad de Prensa subraya la gravedad de las amenazas que sufren todos aquellos profesionales a los que la violencia y la coacción convierten en protagonistas de la realidad sobre la que informan. Una presión contra el ejercicio independiente de su oficio que padecen tanto los periodistas que se ven inmersos en conflictos bélicos o situaciones de crisis, como muchos otros que firman sus noticias o recogen sus imágenes bajo la mordaza de regímenes dictatoriales o de gobiernos sólo formalmente democráticos. La constatación de que la inmensa mayoría de las muertes de reporteros -86 en 2007- permanece impune por la actitud evasiva de quienes deben investigarlas, cuando no abiertamente amparadora de los asesinos, refleja no sólo la envergadura de los riesgos que han de encarar los informadores por el hecho de serlo. También que, en demasiadas ocasiones, el peligro al que se exponen no encuentra siquiera el postrero reconocimiento de la justicia. El respeto sin cortapisas a la libertad de expresión forma parte de la naturaleza esencial de las sociedades democráticas, de tal modo que la represión contra los periodistas ha de constituir un baremo irrenunciable para calibrar el grado de compromiso de los gobernantes con los derechos humanos. Así, la denuncia sobre las detenciones en China -calificada por la Asociación Mundial de Periódicos como «el mayor carcelero de periodistas del mundo»- y sus trabas a la filtración de datos veraces sobre el alcance de las revueltas en Tíbet prueban la resistencia de las autoridades de Pekín a avanzar en la democratización del país, incluso cuando está sometido al escrutinio general por la celebración de los Juegos Olímpicos. Pero el especial celo con que el Gobierno chino está limitando la circulación de información a través de internet demuestra que la Red, con su infinita capacidad para perforar en tiempo real las barreras contra la comunicación, se ha convertido en un poderoso enemigo para quienes pretenden acallar la libertad periodística. Que ETA permanezca en esa lista de predadores recuerda que las inquietudes cotidianas que afronta una profesión sometida a evaluación continua, obligada a adaptarse a las nuevas demandas sociales y tecnológicas y necesitada de reafirmar su independencia quedan relegadas cuando persiste la inaceptable persecución terrorista contra miembros de la Prensa que informan en una sociedad plenamente democrática.