Batacazo de Brown en su estreno
Los 'tories' vapulean a los laboristas en los comicios locales y se erigen en sólidos aspirantes para volver a Downing Street
Actualizado: GuardarDavid Cameron, líder conservador británico, celebró ayer una victoria rotunda en las elecciones municipales, que renovaron un tercio de las concejalías del país, que le convierte en el más posible primer ministro dentro de dos años. El actual, Gordon Brown, reconoció que había sido una mala noche.
Los conservadores ganaron concejalías en todas las regiones del país y obtuvieron un voto agregado del 44%, los liberales-demócratas, el 25%; y los laboristas quedaron en tercera posición, con el 24%, en lo que se consideraba ayer como su peor resultado en los últimos cuarenta años.
La madrugada del 2 de mayo de 2008 evocó la del 6 del mismo mes de 1995, cuando la oposición laborista, con un joven líder recién elegido, Tony Blair, obtuvo el 47% de los sufragios contra el 25% de los los tories, anunciando el fin de la era de gobiernos conservadores confirmada dos años después.
Entonces, el jefe de Gobierno, John Major, achacó el mal resultado a la situación económica. La reputación tory fue arruinada por la salida de la libra del Mecanismo Europeo de Cambio. Los esfuerzos vanos de Londres por mantenerla, en el Miércoles Negro del 16 de septiembre de 1992, costó unos 5.000 millones de euros.
Major acuñó entonces una frase memorable. «Haremos precisamente lo que la nación británica ha hecho siempre cuando está con la espalda contra la pared, darse la vuelta y luchar por las cosas en las que cree». La gente le advirtió que, si se daba la vuelta, quedaría encarando la pared. Y así ocurrió.
Ayer, Gordon Brown, que ha contratado recientemente nuevos asesores de imagen procedentes de compañías privadas de publicidad para enmendar su maltrecha imagen como eficaz gestor, achacó el resultado a los precios de la gasolina y de la comida. La derogación de la tasa fiscal (10%) para las rentas más bajas parece haber afectado en algunas zonas.
Incertidumbre
Su gestión de la quiebra del Northern Bank, percibida por unos como tardía y por otros como inevitable, ha creado una incertidumbre sobre la carga final que significará finalmente para el tesoro público, que puede dejar las pérdidas del Miércoles Negro como un episodio menor.
Rodhri Morgan, presidente galés, que encajaba resultados catastróficos, con pérdidas en bastiones tradicionales del laborismo, decía que el Gobierno estaba pagando por una situación económica en la que no tiene responsabilidad porque es producto de un contexto internacional.
Que la crisis sea efímera es la tenue esperanza de Brown, quien dijo ayer, entre la espada y la pared, que escuchará y liderará. Quiere presentar la próxima semana un borrador de programa legislativo, con medidas económicas, en educación y en sanidad. Intenta recuperar la iniciativa tras varios meses a la deriva.
Brown necesita tiempo para demostrar su creencia, que Cameron y su entorno son pesos ligeros de la política. Es una acusación que niega la fatalidad de que los británicos ven al laborismo como una fuerza exhausta, pero que tiene algún aval sólido.
Gesta o milagro
Cameron, cuya única actividad profesional fuera de la política fue en el campo de la relaciones públicas, es un publicista. Es el líder que va en bicicleta al Parlamento para mostrar su talante ecologista, pero al que sigue un coche con sus papeles, un ex neocon que promueve ahora un conservadurismo compasivo.
Pero, a esos flancos abiertos a las acusaciones de frivolidad, hay que añadir una cauta gestión política que le hace vulnerable. Obligado a guiar a su partido desde el thatcherismo a la ocupación del centro, Cameron, pospone la presentación de su programa.
Ayer, el líder tory dijo: «Creo que es un gran momento para el Partido Conservador, pero no quiero que nadie piense que merecemos ganar una elección por el fracaso del Gobierno. Quiero que demostremos que podemos conseguir los cambios que la gente quiere ver. Nos vamos a dedicar a ello en los próximos meses».