ESCENARIO. En esta zona de Valle Alto fue abordada la víctima que viajaba en una motocicleta. / C. L.
Ciudadanos

La víctima de Ricardi se enfrenta a uno de sus supuestos violadores y no lo reconoce

La joven realiza una rueda de reconocimiento donde estaba el sospechoso que la Policía cree que confundió con el preso de Topas, pero no lo identifica

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Una de las pruebas de mayor peso para que la Fiscalía promueva la revisión de la condena de Rafael Ricardi se practicó ayer en los juzgados de El Puerto, pero su resultado no contradice el relato de los hechos que plasma la sentencia dictada en el año 1996 por la Audiencia Provincial. Es decir, no se obtuvo ningún nuevo indicio que apunte a la inocencia de este portuense que sigue cumpliendo su pena por dos delitos de agresión sexual y sí se debilita, en cambio, la tesis que sostiene que el recluso de Topas fue condenado por error.

La víctima que en su día reconoció a Ricardi, por su voz y por su rostro, como uno de los dos violadores que le atacaron en Valle Alto (El Puerto) en el año 95, estuvo ayer frente a Fernando P. G. Este jerezano fue apresado por la Policía Nacional cuando su ADN coincidió con las muestras halladas en su día en las ropas de la chica. Esta prueba lo incrimina directamente. Por eso, ayer participó en una rueda de reconocimiento que no buscaba dilucidar su implicación en esa agresión sexual. Se trataba de averiguar si las conclusiones alcanzadas por los investigadores policiales están acertadas en cuanto a la responsabilidad del portuense condenado.

Cuando la Policía arrestó hace tres semanas a los dos sospechosos de haber perpetrado una decena de agresiones sexuales entre los años 95 y 2000 (incluida la que llevó a la cárcel a Rafael Ricardi), aseguró que la implicación de estos hombres sacaban del caso al reo del centro penitenciario de Topas. Los argumentos de los agentes se asientan en varias premisas: todas los ataques siguieron un mismo patrón (aunque este periódico desveló recientemente cómo en el sumario consta la descripción de al menos un ataque que no coincide con el resto); las violaciones fueron perpetradas por dos hombres de diferente estatura y como el ADN de estos dos individuos aparecía en cinco de las diez víctimas (si bien en ninguna se han recuperado restos de los dos), la Policía defiende que los detenidos son la pareja de agresores que atemorizó durante años a las mujeres de la Bahía.

Siguiendo con el relato que tras los arrestos dio a conocer la Policía, el sospechoso que estuvo ayer en los juzgados de El Puerto (Fernando P. G.) era el violador que la víctima confundió por Ricardi. Esta joven, como aparece reflejado en la sentencia de la Sección Quinta, logró verle la cara a uno de sus agresores porque durante el forcejeo le levantó el pasamontañas. No se le pasó por alto que presentaba un fuerte estrabismo en uno de sus ojos. Este detalle fue esencial en el año 95 para que los agentes llegaran hasta Ricardi, lo detuviera y posteriormente, al enfrentarlo en una rueda de reconocimiento con la víctima, ésta lo señalara.

Hace tres semanas, la Policía explicó que la joven se confundió porque Fernando P. G. tiene un ojo más grande que otro y presenta unas características físicas similares. Esas coincidencias inducieron, según los agentes, a que la víctima cayera en un error.

Sin defectos

Ahora, cuando se trata de recabar pruebas solventes que justifiquen la revisión de un preso cuya sentencia fue ratificada por el Supremo, la rueda de reconocimiento de ayer se antojaba trascendental para confirmar sin dudas las conclusiones alcanzadas por la Policía. Si la víctima de Ricardi reconocía al nuevo sospechoso, la participación del portuense se vaciaba de pruebas. Pero eso no ocurrió. Hace 13 años, la denunciante se guió por el defecto óptico que tiene Ricardi en su ojo izquierdo (estrabismo severo); un rasgo que grabó en su mente pese al drama sufrido. Pero Fernando P.G., según pudo saber este periódico por distintas fuentes cercanas al caso, no tiene ninguna anomalía visible en sus ojos.

Esta fallida rueda de reconocimiento tampoco sirve para exculpar al sospechoso de la Policía, ya que su ADN aparece en las ropas de la víctima. Ahora bien, la joven fue atacada por dos hombres y a uno de ellos nunca le vio la cara. Si las estaturas de Fernando P. G. y la de Rafael Ricardi no coinciden, el reciente detenido por los investigadores pudo haber sido el violador que actuó con el portuense. Aquel que no pudo ser localizado pero que es citado en la sentencia que llevó a Rafael Ricardi a prisión.

stubio@lavozdigital.es