«En la Feria está prohibido decir que no»
Junior le cuenta en este e-mail a su hermano tejano cómo va la gente vestida y cómo funciona el ritual de las invitaciones en el Real
Actualizado:Es curioso cómo viene aquí la gente a la Feria. Me refiero a cómo va vestida. Toda generalización es injusta, pero es que es como si existiesen varios prototipos de feriantes. En el bando de las mujeres la cosa está más o menos clara: o vienen vestidas de flamenca o cómodas pero arregladas a la vez. Las hay guapas, pero guapas de verdad. Creo que nunca había visto tanta belleza concentrada por metro cuadrado. Lo siento, querido hermano, pero ahí en Texas ni por asomo.
Pero me llama más la atención lo de los hombres. Están los vestidos de corto, que es como lo llaman aquí, con pantalón -casi siempre gris- una especie de faja exterior negra, una camisa, la chaquetilla, el sombrero cordobés y las botas camperas. Eso sería lo típico, lo tradicional, por decirlo de alguna manera. Luego están, como en el caso de las féminas, los que prefieren ir comodos, con sus vaqueros y una camisa. Pero es que además hay otros que parecen cortados por un mismo patrón, con su camisa de rayas, su chaqueta de marca, unos pantalones, unos zapatos de vestir e impecablemente peinados. Para ellos es como si la Feria fuese un acontecimiento equiparable a una boda, por ponerte un ejemplo. Y por último estarían los que aquí llaman jartibles, que son los que, para que me entiendas viven en la Feria. Están por la mañana, por la tarde y por la noche. Se les suele distinguir desde lejos. Se pillan unas borracheras impresionantes y van dando tumbos de un lado para otro, con una botella de vino siempre en la mano y un vaso colgado al cuello. Debe ser para que no se le pierda, digo yo. Da igual como hayan llegado vestidos, porque a las pocas horas es como si se hubiesen peleado con una docena de gatos en celo.
Eso sí, aquí no ves malos rollos. Al contrario. Hay alguna que otra pelea, pero muy pocas teniendo en cuenta la cantidad de gente que convive de fiesta en un mismo recinto. Hay un buen ambiente y un buen rollo que yo no había visto en ningún otro sitio. Es como si todo el mundo fuese amigo de todo el mundo. No te sientes extraño nunca y eres bien recibido vayas donde vayas. Raro es el que justo después de saludarte no te pregunta si quieres tomar algo. ¿Y pobre de ti como se te ocurra decirte que no! Aquí no se acepta un no. Da igual que lo digas, porque aún así te plantan el vaso de fino en la mano. Es como un ritual, una forma de integración en el grupo, una forma de simbolizar que todos somos hermanos y que lo único que importa es pasárselo bien. Vamos, que tiene que ser siempre que sí, por narices y aunque tengas el estómago como si te hubieses tragado una caja de chinchetas.
Hoy me he levantado bastante mejor que ayer, la verdad. Anoche no hubo excesos. Un par de cervezas, un poco de comida y dos Ballantines con cola. La cosa fue bastante tranqulita, a pesar de que sea veía mucha más gente que en noches anteriores. La noche se terció así y la verdad es que resultó de lo más agradable. Vale, sí, también influyó que estuve con Cristina, pero de eso, por ahora, no te voy a contar nada, que sé que luego vas largando por ahí. Sólo te diré que hemos conectado. Y punto. Si la cosa sigue así esta noche, igual mañana me extiendo más al respecto.
Un abrazo fuerte.