¿Qué pasa en Madrid?
Un estudio de la historiadora Hilda Martín descubre, a través de textos periodísticos, cómo se vivió en Cádiz el 2 de mayo de 1808, sangriento inicio de la etapa crucial que cerró La Pepa
Actualizado:El 19 de marzo de 1812 fue un día tan largo y señalado que comenzó cuatro años antes, el 2 de mayo de 1808, del que hoy se cumplen dos centenarios. Esa fecha marca el inicio de la insurrección popular contra el invasor napoleónico que tantas influencias políticas, sociales, constitucionales y culturales tuvo (y dejó) en la España del siglo XIX.
Cuatro años después, cuando el istmo gaditano se convirtió en el último reducto hábil para suscribir la primera Carta Magna de la Historia de España, en todo el país se hizo célebre una frase: «¿Qué pasa en Cádiz?». Con esa pregunta retórica, que aún han utilizado coloquialmente los que ahora tienen más de 60 años, se interrogaba sobre la actualidad social y política en general, tomando como ejemplo que hubo una época en la que todo lo fundamental pasaba en esta ciudad.
Pero para preservar un mínimo rigor histórico, es preciso tener presente que antes hubo otra pregunta esencial: ¿Qué pasa en Madrid?
La historiadora gaditana Hilda Martín ha iniciado un amplio y profundo proceso de investigación que trata de responder a esta pregunta. Su estudio busca respuesta a las dudas que los gaditanos de la época (1808) tenían sobre los sucesos que ocurrieron en Madrid y que desembocaron en La Pepa cuatro años después.
Se trata de saber cómo vivían los protagonistas del desenlace del proceso, los gaditanos, cuando ese fundamental episodio histórico estaba todavía en sus principios.
El resultado inicial de su trabajo histórico resalta las sombras, enormes desigualdades y contradicciones en las que vivía la sociedad gaditana de la época. Los testimonios principales de la investigación llegan a través de las publicaciones periódicas de la época, especialmente de las de El Diario Mercantil.
En sus páginas puede adivinarse la escasa conciencia de los sucesos que tenían unos gaditanos entre los que los analfabetos eran una mayoría abrumadora (como sucedía entre todos los españoles de la época) y cuyas principales inquietudes públicas estaban centradas en las convocatorias de espectáculos intrascendentes.
Las informaciones rescatadas por Hilda Martín, sin embargo, también retratan una sociedad próspera en lo económico, que aún era un puerto fundamental en la entrada y salida de mercancías esenciales en la época. Uno de los artículos más destacados, entre los muchos que se recuperan en este estudio, hace recuento de las mercancías que «han entrado por la Puerta del Mar» de Cádiz en un solo mes. La información habla de «9.807 libras carniceras de tocino y manteca; 4.262 jamones, chorizos y morcillas; 19 reses para consumo; 13.931 arrobas de vino» así como cantidades notables para la época de todos los alimentos básicos posibles, de patatas a queso, miel, ajos, aceites y arroz. Pero al margen del retrato socioeconómico del Cá-diz que, sin sospecharlo, asistía en 1808 al prólogo de su mayor cita histórica, el trabajo de campo realizado por Martín permite intuir la presencia de clases ilustradas (formaban en Cádiz un porcentaje mayor de población) con inquietudes políticas que fueron capaces de interpretar el momento que vivían desde la adhesión o la oposición a la invasión napoleónica que se cernía sobre España.
Basándose en los textos periodísticos, la historiadora registra cómo, inicialmente, la sangrienta refriega del 2 de mayo en Madrid apareció (unos días después) en la prensa gaditana como si se tratase de unos disturbios protagonizados por delincuentes.
Junto a ese mensaje interesado y parcial, las publicaciones periódicas del Cádiz de entonces recogían peticiones gubernamentales de adhesión a Napoleón y al Go-bierno que le había entregado el control político y militar de España. Uno de los textos recuperados que mejor lo expresan dice: «Leales compatriotas ¿Hasta qué punto os precipita vuestro ciego entusiasmo en amor hacia nuestro muy augusto y amado soberano Fernando VII (por quien debemos morir) que no os hace recapacitar que los excesos que estáis cometiendo no os acarrean si no al precipicio y a causar la ruina del Estado?». La confusión inicial queda registrada también con anuncios tan chocantes como el de un es-pectáculo «de sombras chinescas, en la calle del Jardinillo número 121», en el que se pedía, como reacción final del público asistente, tres vivas: «por Fernando VII; por Napoleón I y por La Unión».
El trabajo de Hilda Martín, que será publicado por la Diputación Provincial como asombroso testimonio de una época, incluye también el primer giro de los textos periodísticos y la opinión pública hacia la revuelta. Pocos días después de la negación de la insurrección, de las peticiones de adhesión a Napoleón y de las llamadas a la calma, las mismas autoridades modificaron su postura.
Era el principio de una guerra que culminó cuatro años después en Cádiz. Fueron las primeras noticias que la ciudad constitucional tuvo de unas revueltas que cambiarían la Historia. Si el 19 de marzo de 1812 nació La Pepa, fue el 2 de mayo de 1808 cuando la engendraron por la fuerza.
Una historiadora ha conseguido empezar a contar ese proceso visto desde aquí.