Opinion

El mito nacional del Dos de mayo (I): entre Quintana y Zorrilla

Cuando Pérez Galdós escribe su conocido episodio nacional sobre el Dos de Mayo da cuerpo institucional y proyección narrativa a los complejos acontecimientos que inauguran la España contemporánea. Se contribuía así a fraguar ese imaginario colectivo que sobre el «patriótico Dos de Mayo» se ha venido instaurando en la mentalidad y la cultura española hasta la actualidad.

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Los cancioneros populares

Pero Galdós no partía de cero, pues entre otras muchas fuentes recoge una rica tradición anterior que, prácticamente, nacía al calor de los propios protagonistas y acontecimientos. Éste es el caso de la fuerte y arraigada estela del cancionero popular de la Guerra de la Independencia, tal vez mucho más importante, desde un punto de vista antropológico, por su mayor impacto y alcance, donde podemos encontrarnos con cientos y cientos de canciones de corte popular que, como modestos gritos de combate, invaden todos los ámbitos de la cultura tradicional española durante el siglo XIX.

Se trata de un sin fin de jotas, villancicos, tonadillas, fandangos, sevillanas, tiranas, romances, soleares, jácaras y todo tipo de formas de la tradición popular que se convierten en las voces populares y anónimas del Dos de Mayo, un acontecimiento considerado por esa misma colectividad como excepcional. Encontramos aquí composiciones sobre el heroísmo del pueblo llano, representado por sus bandoleros y guerrilleros, letrillas sobre Fernando VII, el Deseado, pero también imágenes de gran fortuna en la tradición española como son las caricaturas de José I como Rey de copas o el retrato cómico de Napoleón, como enviado del mismísimo Lucifer.

La épica poética del Dos de Mayo

En cualquier caso, la construcción del mito nacional en torno al Dos de Mayo también necesitaba de un discurso más académico y oficial. De un discurso digno. Y es ahí, donde nos encontramos a Juan Bautista Arriza, a Quintana, con una extensa galería de textos poéticos que, a través de sus versos, nos daban su pronunciamiento épico sobre las gestas heróicas de la llamada Guerra de la Independencia, y donde ya se consolidaban todos los tópicos propios de una literatura de urgencias y propaganda, con fuertes dosis de manipulación ideológica e histórica. Las Poesías patrióticas de Arriaza ya formaban parte de esas estrategias de la propaganda en tiempos de guerra, y en poemas como A los recuerdos del Dos de Mayo o Los defensores de la Patria vemos perfectamente cuáles iban a ser los derroteros, no sólo literarios, sino también de la imaginación, respecto a nuestra impresión sobre la malvada Francia, el diabólico Napoleón y el patriota Fernando VII, dentro de un cúmulo de fuertes imágenes, que muy difícilmente se han cambiado en el discurso oficial.

Así nos encontramos con la épica poética de Manuel José Quintana, en odas como Al Dos de Mayo a Al armamento de las provincias españolas contra los franceses, dentro de sus Canciones Patrióticas, que lo convertirían en el «poeta de la libertad» y en uno de los hombres públicos más venerados a lo largo de toda su vida, a pesar de los reveses de la historia.

Oigo, patria, tu aflicción

y escucho el triste concierto

que forman, tocando a muerto,

la campana y el cañón...

Sin embargo, el texto más popular sobre estos hechos históricos es la oda El Dos de Mayo de Bernardo López, suyos los populares versos verían la letra impresa por primera vez en 1866, en las páginas del periódico El Eco del País. En torno a esa fecha, puede decirse que se desata un auténtico aluvión de poesías alusivas al episodio madrileño: Zorrilla, Hartzenbusch, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Ribot y Fontseré, Amparo López de Baño, Navarro Villoslada dentro de una larga nómina siempre dentro de la misma línea expositiva, con pocas dosis para la disidencia y un discurso que no fuera la construcción del mito nacional del Dos de Mayo, a excepción del singular Espronceda, cuyo irónico acercamiento literario al Dos de Mayo es una de las pocas voces críticas que censura esa imagen falsa y manipulada de la historia.

El escaparate del teatro

La Guerra de la Independencia y el Dos de Mayo pronto subirían también a la ficción de los escenarios, especialmente en Cádiz, convirtiendo el teatro en una de sus formas más directas y efectivas de la propaganda bélica y el combate ideológico. Amén de todo un largo catálogo de textos alusivos, tal vez, el autor de mayor calidad lo tengamos en Francisco de Paula Martí quien en 1813 publica El día Dos de Mayo de 1808 en Madrid y muerte heroica de Daoiz y Velarde, y en 1820 El hipócrita pancista, o los acontecimientos de Madrid en los días 7 y 8 de marzo de 1820. Otras piezas análogas suyas son, por ejemplo: La batalla de Pamplona y derrota del mariscal Soult, La Constitución vindicada, El mayor chasco de los afrancesados, o El gran notición de la Rusia, Triunfo de la Constitución, o El 7 de julio en Madrid.

Desde el teatro, desde la poesía y desde el cancionero popular, el Dos de Mayo emerge, pues, como uno de los grandes mitos históricos de la cultura española, en un complejo proceso de construcción nacional, en el que muy pronto participaría, además de Pérez Galdós a través de sus Episodios Nacionales, lo mejor del pensamiento y las letras españolas del siglo XX.