Secuelas mentales de raptos prolongados
Tras el caso ocurrido en Austria en el que un padre secuestra a su hija durante veinticuatro años, junto con tres hijos fruto de las relaciones del padre con ella, la pregunta es qué se puede hacer para reparar un daño tan grande y antes que nada qué secuelas mentales puede tener un ser humano sometido a tan terrible experiencia.
Actualizado:Recientemente, ha ocurrido otro caso también de gran relevancia mediática con la joven Natascha Kampusch, que permaneció cautiva ocho años a manos de un hombre hasta que pudo escaparse. Pero en el caso que actualmente vamos a comentar la situación es de mucha mayor gravedad y de una extraordinaria complejidad por las siguientes características:
Grosso modo hay tres tipos de victimas diferentes. Primero, Elisabeth, hija del secuestrador y madre de siete hijos en su cautiverio, uno de ellos al parecer fallecido al nacer. Segundo, tres hijos de esta madre separados de ella al año de nacer que han llevado una vida normal junto con el secuestrador abuelo-padre, la madre de Elisabeth y otros hijos del matrimonio. Y tercero, tres hijos de 5, 18 y 19 años que han convivido desde el nacimiento en cautividad, con una madre incapacitada para ejercer como tal y con un gran aislamiento con respecto al mundo exterior.
En el caso de la madre, Elisabeth, su experiencia es comparable a la de los prisioneros de guerra, secuestrados, encarcelados en condiciones de violencia y abusos. En estas situaciones se produce el llamado trastorno por estrés postraumático, que en resumen implica revivencia del trauma en cualquier momento de manera intrusiva, aislamiento emocional, desapego a los demás, imposibilidad para disfrutar, evitación de todo aquello que recuerde el trauma y a veces estallidos de miedo, pánico o agresividad, existe un estado de hipervigilancia, ansiedad, miedo intenso, síntomas depresivos incluso pueden existir conductas suicidas.
En el caso de los hijos que nacieron en el cautiverio y que luego fueron adoptados, la situación de trauma será menor, parece ser que llevaban una vida normal, incluyendo un buen rendimiento escolar; esto hace pensar que no sufrirán enfermedades que pudieran derivarse de su origen incestuoso. El impacto de la noticia de su origen y circunstancias a buen seguro será fuerte y angustioso, y la respuesta dependerá de la capacidad de afrontamiento que cada uno de los tres hijos pueda tener (edades entre 10 y 15 años), pero es muy posible que presenten cuadros de ansiedad y depresión cuando menos. No obstante, a medio plazo son las víctimas con mejor pronóstico.
Los hijos nacidos y criados en el cautiverio son las personas que mayor repercusión van a sufrir por la experiencia vivida. Estas víctimas lo son ya desde el punto de vista genético. La hija mayor ha tenido que ser hospitalizada por una grave enfermedad causada por su origen incestuoso. Sabemos que uno de los hijos murió al poco de nacer, y no sabemos si los otros dos, de 5 y 18 años, pueden tener enfermedades similares. Pero aun si los niños hubieran nacido sanos habrían sido criados en un medio de aislamiento y múltiples deprivaciones desde el inicio. Su desarrollo psicomotriz quedará determinado de manera permanente por este hecho. A estos niños se les suele llamar niños confinados o de manera extrema niños ferales cuando se crían en un total aislamiento.
Existen pocos casos documentados de niños criados en condiciones tan extremas. Es famoso el de Kaspar Hauser, un niño de Núremberg encontrado en 1828 que había vivido encadenado en un zulo. Con 16 años tenía una conducta totalmente pueril y problemas graves de entendimiento, comunicación, lenguaje y sociabilidad, síntomas que se conocen como el síndrome de Kaspar Hauser. Un caso más reciente y muy documentado es el de Genie Wiley, niña que vivió casi totalmente aislada entre los 2 y los 13 años. Tras su liberación se hizo un programa especial de rehabilitación dada la singularidad del caso. Según abandonó el cautiverio la niña caminaba de manera similar a los canguros, estornudaba, escupía y rasguñaba. Casi no emitía sonidos y tenía conductas masturbatorias continuas. Con el tiempo y los importantes medios destinados a la paciente algunas cosas mejoraron, pero los a vances en el lenguaje y la sociabilidad siempre fueron muy precarios También es conocido que las experiencias tempranas adversas y la interrupción temprana del vínculo social afectan al desarrollo cerebral y este hecho crea mayor vulnerabilidad de estos individuos a trastornos neuropsiquiátricos de forma permanente. En los niños de este caso el aislamiento no ha sido tan extremo como en los ejemplos clásicos pero a buen seguro quedará una afectación permanente de la sociabilidad, la afectividad, el lenguaje y probablemente retraso mental de más o menos intensidad, todo esto independientemente de que presenten o no alteraciones genéticas.
En resumen, es de esperar que las víctimas de este largo secuestro sufran graves secuelas, muchas de ellas irrecuperables, pero afortunadamente la resistencia de los seres humanos a experiencias tan traumáticas ha dado asombrosos casos de superación, como ocurre con algunos supervivientes de los campos de concentración.