Juan del Álamo crea esperanzas entre la afición
Demasiados descabellos y avisos en el festejo promocional que sirvió de prólogo al abono taurino de la Feria de Jerez El gaditano Fran Gómez se las vio con un novillo difícil
Actualizado:Hay que trabajar el uso de los aceros y perfeccionar la pericia toricida con la afilada plata de la espada. Más de veinte pinchazos y casi otros tantos descabellos a lo largo del festejo así lo aconsejan. Tras un espectáculo de casi tres horas de duración, también sería conveniente que alguien aconsejara a los espadas noveles que en los toros, como en cualquier arte, contabiliza mucho más lo cualitativo que lo cuantitativo y no se pueden alargar las faenas de forma sistemática hasta acabar con las fuerzas del novillo y con la paciencia del aficionado.
Fue una tarde de pinchazos, de avisos, de volteretas, de momentos de hastío y de otros de buen toreo, como el desplegado por Juan del Álamo ante el eral que cerraba la novillada. Animal repetidor, boyante y berreón que permitió al salmantino demostrar sus maneras como destacado muletero. Con la franela siempre adelantada, tiraba de su enemigo con largura y elegancia en pases ligados por ambos pitones. Certero con la tizona, consiguió los dos únicos trofeos de la jornada.
Bajo el predominio de la falta de casta y poder de los astados que saltaban al ruedo, sorprendió la pujanza, el genio y la violencia, que no bravura, del encastado ejemplar que le cupo en suerte a Fran Gómez. Cuajado y engallado, no humilló durante toda la lidia. El gaditano no le encontró la muerte hasta el enésimo descabello del último minuto de la prórroga presidencial. Emotiva lid entre el eral y el novillero en el que éste resultó volteado en ocasiones y en la que no siempre acertó con las distancias adecuadas y a templar la agresividad de su oponente. A pesar de ello, la porfía fue intensa y emotiva, logró pasajes destacados y, lo más importante, experimentó la dureza de la profesión como un aleccionador aprendizaje.
Ángel Puerta aprovechó la bondadosa aunque floja embestida del primero para estirarse con soltura en algunas tandas de redondos y embarullarse en otras. Gusto y ligazón derrochó Gómez del Pilar ante el noble y anodino animal que le correspondió. Mando, mano baja y decisión deplegó José Miguel Valiente con un manso y huidizo novillo que acabó en la misma puerta de chiqueros. Mientras Jesús González, frente a un boyante burel, ensayó reiteradamente el toreo al natural con más ánimo que alma y con más afán que verdadero acople. Sólo dos orejas se concedieron en este prólogo juvenil de la feria. ¿Se mantendrá el mismo criterio con las figuras?