ANDALUCÍA

El último tiroteo

AL alcalde socialista de Sevilla, el doctor Alfredo Sánchez Monteseirín, le encanta tirarse de cabeza a la piscina haya o no agua en ella. Un rasgo muy extendido entre los miembros más notables de la fauna pública de la mitificada ciudad. En el caso que nos ocupa, además, se trata de un exclusivo colectivo público con unas peculiaridades propias muy difíciles de homologar.

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Una sociedad, la sevillana, que siempre observa de reojo. Cotejen ejemplos de la propia población política: el ex alcalde andalucista Alejandro Rojas Marcos, o el de su antecesor en el cargo, el socialista Manuel Del Valle, o el muy notorio Alfonso Guerra. Chaves no mira de reojo, más bien dirige su mirada a la media distancia, pero el presidente de la Junta no es sevillano.

Sevillano era y es José Rodríguez de la Borbolla, ex presidente de la Junta y tan sevillano como el mítico Curro Romero. El ilustre sevillano (de la periferia, un dato clave), Felipe González, siempre fue una variante obrerista, en sus años mozos, de los arquetipos locales. Pero volviendo al doctor Sánchez Monteseirín, el actual alcalde, digamos que ha dejado pasmado a los sectores mediáticos y políticos de la ciudad. Ha puesto al día, con una facilidad sorprendente, una tradición muy ejercida en el socialismo sevillano: disparar contra el líder provincial del partido.

Y así van más de tres legislaturas provinciales. Ya sucedió, pues, con José Caballos, el jefe que se apuntó los mejores registros históricos del socialismo sevillano en unas elecciones, aunque entonces el que disparó contra Caballos fue, precisamente, el que ahora ha recibido el plomo de Monteseirín, José Antonio Viera, ex entrenador de fútbol y varón tan contenido, cuando menos, como un trapense en activo.

Y a partir de este último tiroteo, que aún no sabemos cómo terminará, aunque se espera que la templanza de Chaves ponga fin a este desorden discursivo y gatillero, Todo podría suceder. Pero la marca socialista tiene una propiedad en exclusiva, como acabamos de adelantar: todas las broncas y debates finalizan en cuanto se oye la voz de mando legítimamente constituida, que es el punto a partir del cual los socialistas se cuadran y ponen distancias entre ellos y sus competidores. O sea, que Viera, Monteseirín y el que ejerza de mediador en el conflicto se darán un abrazo y punto final.