opinión

Calle Porvera | Ensaladas a precio de oro

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Hay muchas cosas que me gustan cuando llega el buen tiempo: estrenar camisetas nuevas, llevar los dedillos de los pies al aire con las sandalias, tomar el solecito moderadamente e inaugurar mi dieta veraniega oficial, es decir, que no haya un almuerzo sin priñaca –como se le dice por aquí– a la ensalada de pimiento, tomate y pepino (con cebollitas nuevas o no, al gusto de cada uno). También se le puede añadir unas conservas de atún o de caballa o mejor aún, un buen pescado fresco de la Bahía.

Solamente con este menú, tan habitual por estas latitudes cuando el calor aprieta, me pasaría yo el verano enterito. Pues resulta que es todo un lujo y que mi ensalada es carísima en comparación con lo que ganan los agricultores que trabajan de sol a sol para que yo me refresque con sus tomates. Si a ellos les pagan el kilo de pimientos tiernecitos a poco más de 70 céntimos, yo tengo que pagar 3,95 euros en el supermercado, casi seis veces más. A las sufridas familias del campo apenas les da para llegar a fin de mes pero a los consumidores cada vez les cuesta más disfrutar de productos frescos por los precios que alcanzan en el mercado. Y ya ni hablo de las patatas, de las judías verdes o de las zanahorias, que lo que nos falta ya es que nos cobren por un manojito de perejil.

Y si encima quiero que mi mesa esté adornada con un ramo de clavellinas de Chipiona, échate a temblar porque a los floricultores les sale más a cuenta no sembrar que producir toneladas de flores. La tierra genera la base de nuestra dieta pero la situación de sus trabajadores es extrema. Ilusa de mí, estaba pensando retirarme al campo a cultivar mis propios pimientos pero creo que lo dejaré para otro momento.