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CAOS. Soldados afganos salen corriendo para tomar posiciones tras producirse el ataque de los insurgentes talibanes contra la tribuna de autoridades. / AFP
MUNDO

Karzai sale ileso de un ataque talibán con cohetes cuando presidía un desfile

Es la segunda vez que los integristas atentan contra presidente afgano, al que acusan de ser un títere de EE UU

MIKEL AYESTARAN
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El cerco talibán está cada vez más próximo a Kabul y la presencia militar internacional no es suficiente para garantizar la seguridad del propio presidente afgano, Hamed Karzai, que ayer salió ileso del segundo intento de atentado que sufre desde su llegada al poder. La insurgencia volvió a golpear en el corazón del país, en la ciudad en la que más clara es la huella dejada por estos siete años de reconstrucción que comenzaron a partir de la victoria sobre el régimen fundamentalista. Esta vez el objetivo no era un autobús de militares o un convoy de la Policía, en esta ocasión los terroristas querían llegar hasta el cabeza de Gobierno, al que acusan de ser un mero títere en las manos de la Casa Blanca, y casi lo consiguen.

Kabul se disponía a conmemorar el 16º aniversario de la victoria de los muyahidín sobre el presidente prosoviético Mohamed Najibullah con un desfile militar presidido por Karzai, sus ministros -algunos de ellos señores de la guerra que tomaron parte activa en el colapso comunista- y una amplia representación diplomática extranjera encabezada por el embajador británico y el enviado de EE UU. La gran explanada situada en las afueras de la capital, en las proximidades del estadio olímpico y de la mezquita de Eid Gah, parecía la zona más segura del país -totalmente tomada por las fuerzas de seguridad y con los accesos bloqueados- hasta que de pronto un grupo de insurgentes abrió fuego desde las ruinas de unos edificios próximos, usando armas ligeras y cohetes, contra la tribuna de autoridades.

Al menos tres personas perdieron la vida -un parlamentario, un líder tribal y un niño de diez años- y decenas de los presentes en el acto resultaron heridos en un ataque que pudo verse en directo por el canal de televisión nacional, que había preparado un gran despliegue para cubrir la celebración. Los afganos fueron testigos de primera mano de la falta de seguridad hasta en su propia capital, donde mayor concentración de soldados extranjeros hay por metro cuadrado en el país. Pocas horas después del ataque, Hamid Karzai utilizó el canal estatal para tranquilizar a los ciudadanos y condenar que «los enemigos de Afganistán, los enemigos de la seguridad y el progreso, han intentado interrumpir la ceremonia y sembrar el terror». El dirigente también quiso adelantar que «las fuerzas de seguridad han detenido a diez sospechosos de tomar parte en la acción».

Reivindicación

En las imágenes de televisión se percibió el caos ocasionado tras el inicio de los disparos, que rompieron la solemnidad de las salvas militares. La gente huyó del lugar a la carrera mientras los mandatarios eran evacuados por sus guardaespaldas. Como suele ser habitual en todas las acciones, la insurgencia reivindicó la acción con rapidez y uno de sus portavoces, Zabiullah Mujahid, informó por teléfono a varias agencias nacionales e internacionales que el comando estaba formado por seis personas, tres de las cuales murieron en el tiroteo y otras tres escaparon a un «lugar seguro». El propio Mujahid detalló que el ataque fue llevado desde un lugar situado a cien metros del presidente usando fusiles de asalto AK-47 y lanzagranadas RPG. Finalmente quiso añadir que había milicianos «listos para inmolarse».

Esta acción supone el primer acto relevante de la temida ofensiva de primavera en la capital y persigue uno de los objetivos expuestos por el mulá Bradar hace pocas semanas: «Llevar al actual Gobierno al colapso». El líder talibán también advirtió por medio de un comunicado enviado a los medios locales que en los próximos meses usarán «nuevas técnicas» para lograr «la salida de las tropas internacionales» del país.

Debido a los grandes medios con los que cuentan las tropas extranjeras, los talibanes optan especialmente por ataques suicidas, colocación de minas -como la que en septiembre del pasado año mató a los dos últimos soldados españoles y a su intérprete en Shewan, al oeste del país-, lanzamiento de cohetes y secuestros para mantener la inestabilidad e inseguridad a lo largo de todo el país. Tanto las nuevas fuerzas de seguridad afganas, como todos los extranjeros que trabajan en la tarea de consolidar al Gobierno de Kabul, están en el punto de mira de la cada vez más heterogénea y extendida insurgencia afgana.

No es la primera vez que estos grupos apuntan tan alto. En febrero del pasado año un suicida consiguió aproximarse hasta el acceso principal de la base estadounidense de Bagram e inmolarse cuando el vicepresidente Dick Cheney estaba de visita oficial.