REUNIÓN. La familias aprovecharon el domingo para comer en la Feria. / CRISTINA LOJO
EL PUERTO

Los portuenses apuran los últimos días de Feria rodeados de familia y amigos

La afluencia de público disminuyó en comparación con la saturación del sábado Los feriantes consideran indispensable una ampliación del recinto de Las Banderas

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Los portuenses no están dispuestos a perder el tiempo y disfrutan de los últimos compases de una Feria de Primavera que ya toca a su fin. Han sido seis noches y cinco días de Fiesta donde ha habido tiempo para algún que otro exceso, taconear al ritmo de unas sevillanas y compartir con amigos y familiares estos momentos tan especiales.

Solamente hay que pasear por el recinto de Las Banderas y comprobar como muchas familias han elegido este día para pasarlo juntos. Alejandro Ramírez es un claro ejemplo de ello. Este socio de la caseta Continental lleva diez años celebrando la tradicional comida familiar los domingos al mediodía ya que «es el único día en el que todos los hermanos podemos reunirnos».

De hecho, el domingo es el día más «portuense» de toda la Feria de Primavera. Ya ha pasado el agobio del tradicional sábado, donde hay que servirse de los codos para poder abrirse paso entre las angostas calles del Real.

Como todos los años, estas estrecheces fomentan que los amantes del evento más concurrido del municipio, retomen el tema de la ampliación del recinto. La lista de espera de cuarenta casetas con su caterva de fieles deseosos de que les sea concedido su propio local y una mayor superficie para que enganches y monturas puedas desfilar de forma más desahogada son dos de las razones principales.

Por todo ello, el concejal de Fiestas y Cultura, Millán Alegre, ha subrayado que «esta feria no tendrá nada que ver con la del año que viene pues tenemos previsto ampliar el recinto y poner los cimientos para crear un evento de primera». Sin embargo, los portuenses ya no creen en este tipo de afirmaciones pues, año tras año, el anterior equipo de Gobierno hizo este tipo de promesas para que, al año siguiente, la fiesta no hubiera cambiado un ápice.