DIFICULTADES. Cándido Méndez y J. M. Fidalgo. / ARCHIVO. EFE
Economia

Zapatero pilotará el diálogo social más difícil de las últimas legislaturas

Fidalgo dice que el proceso necesitará «bastante cocina», y Méndez apremia para cambiar el modelo productivo La CEOE se fija como objetivo evitar un aumento de los costes laborales

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El presidente del Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, pilotará el proceso de diálogo social (ámbito de debate y negociación entre Ejecutivo, patronales y sindicatos) que será coordinado por el ministro de Trabajo e Inmigración, Celestino Corbacho, quien también actuará de portavoz. Los sindicatos, a las puertas de exponer sus reivindicaciones en el Día Internacional del Trabajo que se celebrará este próximo jueves, han adelantado ya que no llevarán a la mesa de negociación reformas laborales ni sociales, prefieren planificar el futuro a medio y largo plazo y atender nuevas necesidades provocadas por la crisis. El vicepresidente económico, Pedro Solbes, tendrá su protagonismo, estará al corriente de la marcha de las conversaciones y cualquier compromiso contará con su consentimiento. Así, se desprende de las reuniones iniciales mantenidas (a diversos niveles) entre miembros del Gobierno y cada interlocutor social.

Relación causa-efecto

Rodríguez Zapatero pretende que los líderes de CEOE, CC. OO. y UGT, Gerardo Díaz Ferrán, José María Fidalgo y Cándido Méndez, respectivamente, ayuden a afrontar la crisis y a paliar sus efectos. Juzga imprescindible la paz social, en riesgo desde el éxito de la huelga de los funcionarios de Justicia. Otros colectivos de trabajadores públicos ven en esos paros un ejemplo a seguir y se preparan para protestar en demanda de mejoras laborales.

Por su parte, el presidente de la CEOE, que se estrena como negociador en el proceso, intentará proteger a sus asociados, los empresarios, e impedir que los costes laborales aumenten. Aprovechará la situación para reiterar antiguas reivindicaciones basadas en un mercado de trabajo más flexible. CC. OO. y UGT tendrán que luchar porque se destruya el menor número de empleos posible y que los nuevos parados queden protegidos por el sistema público.

Méndez afirma que el diálogo social que se avecina será «más complejo y difícil» que el anterior, pero también «adquirirá más importancia», por ello «hay que cuidarlo». Fidalgo apuesta por realizar un diagnóstico común de la situación a corto plazo y «ver qué se puede hacer». «En esta ocasión, el diálogo necesita bastante cocina para comenzar», añade. Ninguno de los dos ve urgentes más reformas laborales y sociales. Ante las demandas de Díaz Ferrán, el secretario de CC. OO. responde que «cualquier propuesta que se ponga encima de la mesa tiene que estar muy justificada, con una clara relación de causa-efecto», tras ser consciente de que cada interlocutor llegará a la negociación «en posición defensiva».

Para Méndez, que considera que la desaceleración es coyuntural, apremia abordar políticas industriales y tecnológicas que modifiquen de manera estructural el modelo productivo del país. Posteriormente, sin prisa, vendrán más cambios laborales y sociales, pero todavía es pronto porque están pendientes de aplicación medidas acordadas en las anteriores reformas (2006), tanto del mercado de trabajo como de las pensiones.

Pesimismo

Más pesimista se muestra Fidalgo para quien «viviremos cuatro años muy duros». «El diálogo social estará muy marcado por la situación económica», indica, al mismo tiempo que expone su preocupación por los nuevos parados, «gente joven alejada de la jubilación, a la que cuando se le acabe la prestación de desempleo no sabrá qué hacer».

El secretario ugetista apuesta por comenzar pronto a trabajar. «No se puede caer en un círculo cerrado de reflexión». A su juicio, las medidas adoptadas por el Gobierno (reformas fiscales, plan de recolocación, etc.) están en la dirección correcta y suponen un buen primer paso a corto plazo. Mantiene que España saldrá de la crisis sin pagar un coste demasiado alto por la buena situación de sus instituciones financieras y por su nivel de deuda pública (36% del PIB), muy inferior al de los países del entorno.

«Espero que aprendamos de los errores cometidos y pongamos los cimientos para que el país no dependa tanto del ladrillo y de los servicios de consumo», resalta. Fidalgo, proclive igualmente a un cambio de modelo productivo, advierte que de lo que se haga en el inminente diálogo «dependerá nuestro futuro como país en un entorno competitivo y exigente». De sus resultados, «se derivará que las generaciones futuras puedan progresar en calidad de vida y generar y repartir con justicia más riqueza» y propone el esfuerzo para que no haya «reproches por inacción».