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De Hong Kong a La Caleta

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Jaime Ortiz-Patiño se desgañitó en los años 80 intentando convencer a los andaluces de que Cádiz –y en menor medida la Costa del Sol– podía convertirse en la California de Europa por ser un lugar privilegiado para la práctica del golf. Predicó en el desierto, invirtió parte de su fortuna e hizo de Valderrama uno de los mejores campos del mundo desafiando a los links ingleses y estadounidenses. Antonio Blázquez pensó en Montenmedio como destino de invierno de las mejores yeguadas del mundo. Lo que parecía una excentricidad del amigo de Felipe González es hoy una realidad que aporta un toque de distinción retro a La Janda. El ingeniero Felipe Manchón, presidente de la consultoría Spim, dijo convencido el pasado lunes que Algeciras y todo su entorno gaditano deben aspirar a convertirse en el Hong Kong de Europa. Al margen de las peculiaridades de estos protagonistas, es evidente que tienen más de emprendedores que de visionarios, por mucho que en más de una ocasión, haciendo alarde de la osadía del ignorante, algunos les tomen por locos. Sus afirmaciones son fruto de la experiencia, de una travesía vital viajada y cosmopolita gracias a que un día decidieron cruzar su particular puente Carranza. No son brindis al sol electoral, son invitaciones a la prosperidad que caen en saco roto por el estrabismo institucional y político que asola a una sociedad tan acomodada y endogámica. Felipe Manchón no sólo aportó ideas, sino estrategias: «Hace falta un proyecto integral». Y alertó del peligro de que el valor añadido y las fortalezas del puerto de Algeciras se desplacen a Sevilla o Málaga, ésta última empeñada en convertir su Parque Tecnológico –que nació a la sombra de la Cartuja de Sevilla– en el Silicon Valley de Europa. Paradójicamente, el gurú Martin Varsavsky, creador de Ya.com, consideró esta posibilidad poco menos que imposible «porque las familias europeas no están dispuestas a dejar sus casas, sus familias y sus amigos». Pese a este golpe en el costado de la realidad, Málaga sigue empeñada, consciente de que sólo el hecho de intentarlo puede convertirse en una fuente de riqueza.

La propuesta de Manchón es que se lleve a cabo una apuesta concreta que dote al puerto de Algeciras y a la Bahía de la infraestructura necesaria para convertir este espacio en un gran centro logístico, capaz de ofrecer una alternativa al futuro megapuerto de Tanger como centro de producción. Y para ello, el parque de Las Aletas es clave. Lo que Manchón pide no es más que planificar qué se quiere hacer con Algeciras y con Las Aletas, del que es autor del proyecto.

Y en este sentido es alarmante el silencio sobre una estructura clave para el futuro de Algeciras: la conexión ferroviara con la red transeuropea.Un informe de la Red Transnacional Atlántica de Agentes Económicos y Sociales llamaba la atención sobre la importancia de este proyecto –aprovechando las líneas existentes– y alertaba del peligro que supone que la conexión Algeciras-Madrid esté catalogada dentro de los principales embotellamientos de las regiones del Arco Atlántico. Nadie quiere hablar de este proyecto clave para enlazar Algeciras con el puerto seco de Madrid, Burdeos y Centroeuropa.

Manchón reclama previsión y profesionales, algo que también viene a cuento de la escasa planificación turística de Cádiz capital, obstinada en dar la espalda a la experiencia de otras grandes ciudades. Barcelona –un ejemplo de gestión turística mixta, hasta el punto de que el Ayuntamiento ha puesto en manos de los empresarios la promoción turística de la ciudad–, Valencia y Málaga son tres grandes ciudades turísticas portuarias con consorcios en los que implican a todos los agentes sociales para plantear estrategias y potenciar el turismo urbano y de cruceros. Cádiz desprecia ese trabajo y sigue empeñada en hacer la guerra por su cuenta. Sin cruzar el puente Carranza.

Y se enfada cuando desde las páginas de LA VOZ sólo se pide que se ponga en marcha el Patronato de Turismo que la alcaldesa Teófila Martínez anunció hace cuatro meses y que se establezca una estrategia común para mejorar la atención de la ciudad a los turistas.

Son enfados sintomáticos. Como el del director adjunto del Diario de Cádiz cuando la semana pasada criticó a LA VOZ por publicar un artículo firmado por Antonio Burgos que no era de su agrado. Tantos años de apego al poder han debido alejar al diario más antiguo de Cádiz de la calle y del liberalismo a la gaditana que inspiró su salida allá por el XIX. De otra forma no se entiende un ataque así al ejercicio del pluralismo, esencia del periodismo sin servidumbres. Abrir las páginas a un elenco de firmas como las de Manuel Alcántara, Juan José Téllez, Fernando Jáuregui, Manuel Vera Borja, Carlos Díaz Medina, Carlos Herrera o el propio Antonio Burgos es una demostración del compromiso de LA VOZ de Cádiz y de su directora con la libertad de expresión, herencia genética del gaditanismo visceral que impregna esta redacción del siglo XXI. Aquí la tijera sólo se utiliza para cortar ataduras.

Es preciso, por tanto, levantar alfombras, sacudirnos el polvo y otear el horizonte con la seguridad de que ser la provincia con más paro y menos renta per cápita no es una cadena perpetuna. Quizá algún día nos asomemos a La Caleta y divisemos Hong Kong.