Autocrítica colectiva
Desde que la industria naval entra en crisis junto con un notable descenso de la actividad portuaria a mediados de los setenta, la economía gaditana no levanta cabeza. La destrucción de miles de puestos de trabajo en un periodo corto de tiempo deja una secuela en la sociedad que va más allá de lo económico. Es cierto que el Estado ha gastado miles de millones de las antiguas pesetas para paliar las consecuencias de la reconversión del sector, pero todo sigue igual. No hay que ser un experto economista para detectar en la ciudad una especie de atonía comercial que se traduce en una menor animación de nuestras calles y plazas. No se advierte la actividad y el movimiento de otras capitales andaluzas, sobre todo en horas punta. Salvo en el periodo estival, en los Carnavales o en Semana Santa parece que nunca salimos de la cuesta de Enero.
Actualizado: GuardarLa crisis, que no es la primera de nuestra historia, nos coge desprevenidos y reaccionamos tarde y mal. Es precisamente durante estos años de bonanza económica en España cuando la ciudad pierde miles de habitantes que se ven obligados a emigrar en busca de un futuro más satisfactorio. La verdad es que resulta paradójico. Tan paradójico como el elevado precio de la vivienda en Cádiz o el coste, por habitante, de la limpieza viaria y recogida de basura .Uno del más alto de las ciudades españolas. No importa, se sigue ensuciando lo mismo o más que antes. Para eso se paga la tasa de basura.
Hemos vivido tantos años a la sombra del Estado que ahora no somos capaces de responder a los retos que nos presenta la economía de mercado. Muchos se instalan en una suerte nihilismo y siguen esperando que las Administraciones públicas les resuelvan buena parte de sus problemas. Añoran el pasado, del que no quieren salir, y cualquier iniciativa que se adopte para impulsar nuestra economía siempre será objeto de su crítica despectiva. Incapaces de asumir sus propias frustraciones intentan trasladarlas a terceros para liberarse de tan pesada carga.
Las comparaciones son odiosas pero tal vez convenga recordar que Sagunto sufrió en 1984 una reconversión, muy similar a la nuestra, de su industria siderúrgica. Se perdieron más de cinco mil puestos de trabajo. Hoy las cifras de paro y la renta per capita de la ciudad equivalen al resto de la comunidad valenciana que cuenta con un buen nivel de vida.
Es sabido que Kennedy invitaba a los americanos a preguntarse qué es lo que podían hacer por el país y no al revés. Ha llegado el momento de hacer examen de conciencia y preguntarnos también cómo podemos comprometernos con la sociedad para cambiar las cosas hacia mejor. Tenemos que sustituir nuestro chip respecto a Cádiz por otro más moderno y eficaz porque es evidente que el utilizado hasta ahora no nos sirve. La provincia no puede continuar siendo la campeona del paro y del absentismo laboral.