M. CASAL
ESPAÑA

Esperanza quiere mandar

La presidenta de Madrid se ha presentado últimamente con aura de candidata a suceder a Rajoy

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No le ha hecho falta formar parte de los 'maitines' de los presidentes de su partido (primero Aznar; luego Rajoy). Tampoco se ha presentado como candidata del PP al Congreso de los Diputados en las últimas elecciones en las que los populares se quedaron en las puertas del poder, con 16 escaños menos que el PSOE. Ni siquiera era miembro de la comisión nacional de listas cuando le plantó un órdago al candidato amenazando con presentarse a las elecciones generales, ante su temor a que su eterno rival, Ruiz Gallardón lograra acompañar a Rajoy en el segundo puesto. Pero su proyección pública -reforzada con su elección como presidenta del PP en Madrid con el 95% de los votos de los compromisarios y confirmada con su victoria electoral con mayoría absoluta es tan mediática-, que Esperanza Aguirre parece más poderosa de lo que es en realidad. Su poder se llama Madrid; una comunidad que por su influencia demográfica, industrial, cultural, funcionarial y cortesana, está en el epicentro del terremoto político de este país. No por casualidad, la primera planta de la sede de Génova está dedicada exclusivamente al PP de Madrid en donde su presidenta habilitó un despacho especial para el fichado Manuel Pizarro. Su crédito en el resto de España, sin embargo, va estrechamente ligado a las siglas del PP; ni más ni menos. Rajoy lo sabe y, por eso, visiblemente molesto por el intento de Esperanza Aguirre de presentarse como alternativa a la candidatura oficial en el próximo Congreso de junio, le lanzó una advertencia directa a su punto débil: «el partido no lo configuran sólo los 25 de Madrid». Esta mujer liberal hasta rozar el «tacherismo», aupada, a veces empujada, por dos poderosos medios de opinión como la Cope y 'El Mundo', además del control político que ejerce sobre Telemadrid (que no difiere, por otra parte, de la identificación que otras televisiones autonómicas puedan tener con sus respectivos gobiernos), que empezó de concejal y teniente alcalde para saltar al ministerio de educación y cultura, a la presidencia del Senado y ahora a la comunidad de Madrid, tan «lanzada» que su espontaneidad le ha jugado malas pasadas, ha aprendido a moverse en los hilos de la intriga política.

Telemadrid

Los sindicatos del Ente público viajaron hasta Estrasburgo para denunciar la manipulación de los informativos que en su opinión ejercía la Presidencia de la comunidad. Una denuncia que reflejaba un malestar que ahora, desde que Esperanza Aguirre volvió a ganar las elecciones por mayoría absoluta, nadie ha vuelto a airear. Queda para el archivo de la memoria la entrevista que le hizo Germán Yanke, cuando dirigía el 'Diario de la noche' al que le espetó «está usted comprando el discurso de nuestros adversarios». Pocas semanas después el presentador dimitió porque le habían exigido, desde la dirección, que se desprendiera de su íntimo colaborador, Pablo Sebastián, y optó por dimitir con su amigo para crear un periódico digital. Le sucedió Sánchez Dragó al que la presidenta le cortó antes de que se emitiera la correspondiente entrevista, diciéndole: «yo no he venido aquí a que me hagas la pelota». Pero la intervención del escritor, nada más conocer los resultados electorales, diciendo: «váyase señor Rajoy; usted es el culpable de los próximos cuatro años de zapaterismo» se la atribuyeron a Esperanza Aguirre sin que pudiera hacer nada por convencer a los malpensados de lo contrario.

En estos últimos ocho años ha sabido manejar los resortes del poder sin apenas desgastarse. Hasta ahora. Porque su último episodio nacional protagonizado contra viento y marea para ganar influencia y mayor cota de poder en el partido, le ha chamuscado los dedos.

Desde la leyenda inventada por su adversarios acerca de su escasa formación cultural cuando Aznar le encargó la dirección del Ministerio de Educación y cultura (llegaron a adjudicarle una falsa confusión entre el apellido del Nobel portugués Saramago y una inexistente pintora llamada Sara y apellidada Mago) a la actual imagen de la «lideresa» su perfil ha dado un giro de 180 grados. Su consolidación responde sobre todo a la ausencia de liderazgo en el PP desde que Aznar se retiró, Rato se apartó y Mayor se quedó en el escaño de europarlamentario. «Es más poderosa en los medios que en el partido», asegura un barón autonómico que ha reconocido que su apuesta por salir a escena postulándose como alternativa a Rajoy, ha obligado a algunos de los dirigentes populares que podrían identificarse con ella, a dar un paso al frente para declarar públicamente que, ante la duda, ellos están alineados con el poder establecido. Desde la vieja guardia se teme tanto el riesgo de otra escisión similar a la que se vivió durante la etapa de Hernández Mancha que un histórico como Trillo, inmediatamente después del 9 de marzo, sin hablar con Esperanza Aguirre, se acercó a Rajoy para decirle que tenía que seguir en su puesto. El mismo dirigente popular, en los pasillos del Congreso, en plena sesión de investidura de Zapatero como presidente, confesaría en un círculo reducido de periodistas, que «estamos viviendo el peor momento desde 1987». Y no le faltaba razón si se tiene en cuenta que, después de la frustración electoral, las lecturas que se están realizando en el PP sobre las causas de la derrota no son coincidentes. Su presidente sigue creyendo que el atentado de Mondragón quebró su tendencia ganadora marcada en las encuestas que hablaban de un empate técnico entre el Pp y el PSOE, mientras que otros sostienen que creer en esa explicación, y no asumir que en España hay todavía mucho voto 'anti PP', les conducirá a un error de diagnóstico que no facilitará las cosas para recuperar la pista hacia la próxima victoria electoral.

Aura de candidata

Con este clima, la presidenta de Madrid se presentó en el Foro de ABC con un aura de candidata a su partido, con una manifiesta intención de pujar por recuperar el liderazgo perdido de Rajoy y vistiendo su discurso de oferta ideológica. Como su discurso estaba inspirado en una contundente crítica al comportamiento electoral de su partido, a quién acusó de haber caído en todas las trampas tendidas por el PSOE, avisó previamente a Rajoy para que no le sorprendiera el contenido de su intervención. Y allí se lanzó. Pero con paracaídas. Con la intención de promover un debate ideológico entre los suyos, acertando en la mención de los errores (la elusión de los populares a la hora de debatir ideológicamente con sus adversarios la ley del matrimonio homosexual o la ley de memoria histórica, por ejemplo) pero algo confusa a querer resucitar el liberalismo 'made in Espe'. Y la presidenta que, en su comunidad, ha construido ocho hospitales que se gestionan con empresas privadas, decía que quiere una política económica en la que desaparezcan las subvenciones, un mayor compromiso con los derechos sociales y una nueva política autonómica que, según han reconocido algunos populares que la observan con cierto escepticismo, en «hacer del PP vasco un partido 'majete' que termine ya con la confrontación con los nacionalismos». Rajoy, presente en la conferencia de 'ABC' la escuchaba imperturbable cuando la 'lideresa' dijo, diez veces, que no se resignaba a aceptar los tópicos que la presentan como una dirigente conservadora, queriendo evitar cualquier alusión de su perfil al de una dirigente carca o de extrema derecha. Tan sólo un movimiento, el de su pierna bailona bajo la mesa, delataba la inquietud del presidente del PP. Muchos de los presentes creyeron, entonces, que el exceso de celo de Esperanza contra Gallardón, de viaje en Pekín, había sido el motor de toda esa puesta en escena. Pero como Esperanza se había lanzado con paraguas, lo tuvo que abrir en cuanto arreciaron las críticas contra ella dentro del partido. Y, al comprobar, no sólo las dificultades para reunir los 600 avales para su candidatura, sino que los barones no la apoyaban se centró en aclarar que ella nunca había dicho que se iba a presentar como alternativa a Rajoy, aunque los dos medios que la apoyaban, la Cope y 'El Mundo', hubiesen sembrado la duda. Por mucho que inisistiese en que «a día de hoy» no entraba en sus planes competir con Rajoy, nadie la creía y, al día siguiente de su discurso en el Foro de ABC, se le dio tanta importancia, que fue la reina de las portadas. Sus colaboradores insistían en que nunca había buscado apoyos y que lo único que estaba haciendo era reclamar el debate ideológico pendiente en el PP. Hasta que llegó Fraga, protector de Gallardón por cierto, y la mandó callar. Pero la procesión va por dentro. Cuentan en las filas del PP una escena imaginaria para reflejar la diferencia de caracteres entre Rajoy y Aguirre. Están los dos en un submarino, de maniobras militares. Lo dicen quienes están reclamando del PP una línea de oposición menos dubitativa de la que ahora, según ellos, está mostrando su partido.

La presidenta de la Comunidad no ha podido salir victoriosa de este asalto. Pero seguirá jugando al mus. Ahora ha visto que no tiene juego pero la partida continúa.