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La cineasta de Hitler
Un libro sobre Leni Riefenstahl desvela la personalidad genial y manipuladora de esta directora al servicio del Führer
Actualizado: Guardare qué soy culpable? Nunca he pronunciado un solo término antisemítico. No he arrojado ninguna bomba atómica». Leni Riefenstahl no se arrepintió de su colaboración con Hitler, aunque durante la mitad de su larga vida, un siglo, hubo de enfrentarse a graves acusaciones y el constante recuerdo de su trabajo para el III Reich. El Führer condujo a Alemania al desastre más absoluto, mientras que la mítica directora cinematográfica, a través de sus poderosas imágenes, contribuyó decisivamente a crear el aura seductor y mesiánico del genocida.
El profesor universitario Steven Bach, ligado a la compañía United Artist en labores de producción, ha escrito su biografía, publicad por Circe, una obra que desmantela buena parte de los argumentos exculpatorios de la directora y que pone de manifiesto el caudal de falsedades elaboradas por la creadora en torno a su vida y obra. Según el ensayo, sus famosas memorias constituyen una reinvención de la realidad que, paralelamente, la exonera de culpa y la dota del protagonismo absoluto en la creación de un peculiar estilo, lleno de recursos.
Ella siempre negó conocer la verdadera naturaleza del régimen y, por supuesto, tener noticia de la existencia de campos de exterminio. Aunque admitió la admiración que sentía por el fundador o su estrecha amistad con Albert Speer, el arquitecto de la fallida Germania, alegó en su defensa el temor que le inspiraba Goebbels, el ministro de Propaganda, con quien mantuvo una tormentosa relación plagada tanto de ensalzamientos como de amenazas directas.
En cualquier caso, Berta Helene Amalie 'Leni' Riefenstahl (1902-2003) atravesó el siglo XX y se convirtió en una de sus protagonistas. Aquella joven bailarina no parecía predestinada a una gran carrera artística y su dedicación a la interpretación tampoco la proporcionó el sueño que ambicionaba: llegar a Hollywood, tal y como habían hecho sus compatriotas Marlene Dietrich o Pola Negri. Sin embargo, su fuerte personalidad, sumamente egocéntrica, y la combinación de astucia y tesón, la condujeron al disfrute de una condición extraordinaria, única, que le permitió rodar películas míticas con profusión de medios y originales planteamientos estéticos que revolucionaron el concepto propagandístico.
A finales de los años veinte, era una estrella cinematográfica en su país, toda una potencia del sector gracias a grandes estudios como los UFA. Esa voluntad, de la que siempre hizo gala, la llevó hasta Arnold Fanck, el mejor artífice de un género dramático ambientado en las montañas, espectacular y romántico, que entonces triunfaba en el centro de Europa. Con él protagonizó 'La montaña mágica', la producción que la encumbró y la dio a conocer en el Partido nazi. Sin duda, no fue ajeno la ideología subyacente, una relación a los ideales germánicos que tan bien supo explotar el régimen.
Sangre hebrea
Cuando decidió asumir tareas de realización, prosiguió en este ámbito y rodó 'La luz azul', otra historia con escenario alpino, simbolismos trágicos y resonancias míticas. La autodidacta Riefenstahl supo aprovechar lo aprendido en anteriores proyectos y, curiosamente, beneficiarse del apoyo de judíos como el financiero Harry Sokal o el guionista y director Béla Bálazs, aunque luego no reconociera su aportación. Probablemente, ella misma contaba con sangre hebrea por vía materna, un rumor que circuló durante su etapa de colaboración con Hitler.
«Fue casi como si me cayera un rayo», confiesa. Su pasión por el jerarca surgió tras la lectura de 'Mi lucha' y, al igual que otros millones de personas, apeló al hechizo de su personalidad en tiempos duros para Alemania. Tomó la iniciativa para acercarse al nuevo poder y, desde su primer encuentro con el Führer, mantuvo una relación privilegiada con la Cancillería, que se mantuvo hasta el fin. Tal y como explica Bach, nunca hubo un creador cinematográfico con medios tan abundantes y, posiblemente, un ego no menos desmesurado, a pesar de que las críticas por su vinculación política nunca dejaron de acosarla.
Dos obras, ambientadas en los célebres discursos de Nuremberg, materializaron ese compromiso y le concedieron el éxito masivo, incluso más allá de las fronteras germanas. 'La victoria de la fe' preludió su obra magnífica, 'El triunfo de la voluntad', y mostró su peculiar manera de hacer, síntesis entre las técnicas documentales y narrativas, realzadas con una disposición de las cámaras muy calculada y osada, fruto de la obsesiva experimentación. El resultado se realzaba mediante una no menos extraordinaria labor de montaje.
La sutil relación entre las evocaciones poéticas, apelaciones al sentimiento del pueblo alemán, y el colosalismo de la puesta en escena generó imágenes muy seductoras, que proporcionaron el característico imaginario nacionalsocialista. La directora apeló a la vertiente artística de las cintas, pero nunca pudo desligarla de la responsabilidad moral, una carga que siempre la persiguió.
La celebración de la cita olímpica en Berlín en 1938 suponía una ocasión única para difundir la nueva imagen del país y Riefenstahl fue la encargada de grabar los acontecimientos. Su osadía la llevó a una puesta en escena en la que se combinaban innumerables artificios técnicos y medios técnicos que generaron miles de metros de celuloide. Aunque la cineasta reclamó su iniciativa como un logro individual, 'Olimpiada' se convirtió en una tarjeta de presentación del nuevo gobierno de Berlín, una herramienta de la propaganda de Goebbels, y, como tal, concitó el rechazo de los aliados.
Rodar en España
El estallido de la guerra dilató en el tiempo su siguiente proyecto, 'Tierra baja', un drama rural de enfrentamientos de clase, que ya parecía obsoleto en los años cuarenta, y que contó con financiación oficial. El Ministerio de Propaganda se había propuesto fomentar las producciones escapistas para mantener el ánimo de la población. Entre sus previsiones se encontraba filmar en las dehesas de Salamanca, pero los avatares de la contienda y la salud de la directora lo complicaron. El esfuerzo creativo de Leni y su errática vida sentimental desembocaban a menudo en crisis de agotamiento que, incluso, obligaban a hospitalizarla.
«Dentro de mí se derrumbó un mundo». La derrota de 1945 supuso el fin de aquel sueño megalomaníaco, el apresamiento y su paso por tres vistas que intentaron probar su adhesión a la causa nazi. Una a una, durante cuatro años, las acusaciones fueron desestimadas y apeladas por los jueces franceses. Se le adjudicó el penúltimo grado de complicidad, el de mera 'compañera de viaje', y pudo recobrar la libertad.
Sin embargo, la comparecencia de sus colaboradores en los juicios permitió mostrar el otro lado de la artista, su perfil manipulador, servil y mezquino. Leni Riefenstahl sufrió la humillación de un retrato inmisericorde y aún no había redimido toda la hipotética culpa. Realizó una nueva versión de 'La luz azul' y, por fin, estrenó 'Tierra baja', dos películas que se saldaron con sendos fracasos de taquilla y nuevas acusaciones por la utilización como extras de presos gitanos proporcionados por las SS y posteriormente asesinados. También vio frustrado su intento de realizar en España un documental titulado 'Sol y sombra' , que no gozó del favor de los rígidos censores hispanos.
El instinto de supervivencia de esta mujer tuvo una nueva oportunidad tras leer 'Las verdes praderas de África'. Probablemente, llegó hasta la novela de Ernest Hemingway cuando se documentaba en torno a las corridas de toros y el continente negro la atrapó. La seducción se produjo en 1952 y durante la segunda mitad del siglo emprendió al sur de Sudán una ardua labor, fundamentalmente fotográfica, con talante antropológico y etnográfico que concitó la animadversión de buena parte de la élite científica.
También rodó una película submarina, 'Impresiones bajo el agua', estrenada coincidiendo con la celebración de su centenario. El hecho sirvió para que las críticas y denuncias por su colaboracionismo volvieran a llenar los medios de comunicación. Falleció poco después y cinco años más tarde su leyenda artística sigue tan vigorosa, plena de magnificencia y aún ávida de controversia.