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Imagen del puente Carranza.
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Una emigración en busca de un buen trabajo

De un grupo de ocho amigos gaditanos universitarios tan sólo uno vive y trabaja en su provincia de nacimiento

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La palabra inglesa «misfit» significa inadaptado. Su utilización más renombrada ha sido para dar nombre a la película de John Huston (y protagonizada por Clark Gable y Marilyn Monroe) que en España se tituló Vidas Rebeldes. Obviamente, llamar inadaptados a los gaditanos que se van a trabajar lejos de su lugar de nacimiento puede sonar a exagerado, pero inadaptado significa, al fin y al cabo, «que no se aviene a las condiciones», según la Real Academia.

Las razones de no aceptar las condiciones pueden ser muchas, aunque un buen puesto de trabajo puede pesar mucho. Ése ha sido el caso de un grupo de ocho amigos que ha vivido y crecido casi toda su vida en la provincia y que, llegado el momento del desarrollo laboral, tuvo que desperdigarse. Sólo uno de los ocho permanece en Cádiz. La mayoría, eso sí, cree que es el más feliz de todos pasado el tiempo.

Los ocho componentes de este particular grupo son universitarios y todos tienen en torno a 30 años. Estudiaron desde Económicas a Ingeniería Industrial, pasando por Magisterio o Filología Hispánica. Tres de ellos cursaron la carrera en algún campus gaditano; el resto, en Sevilla. Hoy día, dos viven en Málaga, una en la capital andaluza y cinco en Madrid.

Jesús se llama el que nació, creció, estudió y trabaja en su provincia. Cursó Magisterio y trabaja en un colegio de San Fernando. Nunca se ha planteado un trabajo lejos de su casa. Un empleo estable, porque lleva varios veranos aprovechando las vacaciones de verano para trabajar en Disneyland París y vivir otra experiencia adicional.

Alicia terminó Farmacia en Sevilla y trabajó un tiempo en un establecimiento gaditano. No mucho: se marchó a Inglaterra, donde pagaban mucho más y había una salida más firme. De todos modos, ella quería especializarse en laboratorios, «y de eso no hay en Cádiz». Estudió un master en Madrid y le contrató una multinacional. Para el laboratorio, por supuesto.

José y Maite acabaron Económicas y, como Alicia, probaron una temporada con pequeños empleos en la provincia. La realidad de una carrera más acorde con sus pretensiones les ganó y se fueron a Madrid. José ha cambiado de empleo en empleo, cada cual mejor y muy por encima (al menos, salarialmente) de lo que podría obtener en la provincia donde nació. Maite sigue trabajando en Madrid, donde se ha casado con otro gaditano emigrado.

Mario era (y es) el más gadita de todos. Del Mentidero mismo. Por no separarse mucho de su casa, se diría que estudió Filología Hispánica, facultad a la que podía llegar casi dejándose caer de su ventana. Sin embargo, se vio obligado a marcharse a Alemania para continuar con sus investigaciones. Hoy día vive en Marbella porque su novia -también de Cádiz, Cádiz, y que estudió Matemáticas- sólo pudo encontrar un puesto allí.

María tiene una casa en Sevilla desde antes de terminar sus estudios de Pedagogía en la ciudad hispalense. Allí vive aún, trabaja y no tiene pensado marcharse. A Felipe le pasó algo parecido durante muchos años: tras culminar Ingeniería Industrial se incorporó a Airbus en la capital sevillana durante varios años, antes de dar el paso cualitativo y cuantitativo a Madrid.

Rafa es el único de todos ellos que no nació en Cádiz, pero su carnet de identidad atestigua que vive en Conil desde hace años. Intentó bregar con Ciencias del Mar en Puerto Real, se rindió y acabó en Publicidad, especializándose en diseño gráfico digital. Ha pasado por Sevilla, Madrid, Estados Unidos, de nuevo Madrid y ahora Málaga.

De vez en cuando se reúnen. Cada vez menos. Ninguno descarta volver algún día a Cádiz.