La crisis de gobierno contrasta con la creciente prosperidad del país
Al igual que la crisis del campo, la renuncia del ministro Martín Lousteau se precipitó en un contexto de crecimiento sostenido de la economía argentina. Desde 2003, el Producto Interior Bruto (PIB) crece más del 8% anual, las cuentas públicas arrojan superávit y hay reservas monetarias suficientes para afrontar una crisis externa.
Actualizado:Aun así, el modelo comenzó a requerir ajustes que la pareja Kirchner-Fernández se niega a realizar. La creciente demanda en el consumo, propia de un periodo de prosperidad, provoca un alza de precios que se hace cada vez más difícil de contener y amenaza los logros del modelo: estabilidad, caída de la pobreza y del paro.
Hace 16 meses, Néstor Kirchner lanzó una controvertida política de control de precios que consistió en la intervención del organismo público de estadísticas y la manipulación de los índices de inflación. Como complemento de esa decisión polémica que está en la mira judicial, el entonces presidente autorizó a su secretario de Comercio, Moreno, a amenazar, multar y castigar a empresas que incumplan los acuerdos sobre la política de precios.
Esta política, cuestionada al final del mandato de Kirchner, provocó la renuncia del antecesor de Martín Lousteau, el economista Miguel Peirano. No obstante, se mantuvo sin cambios con la nueva mandataria, Cristina Fernández, pese a las promesas de modificar la normativa lanzadas por la presidenta cuando era candidata. Mientras el intervenido Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, sin ninguna credibilidad, sostiene que en el último año la inflación fue del 8,8%, las consultoras privadas estiman ese indicador entre el 26% y el 30%. Los consumidores, además, avalan este último porcentaje.
Lousteau, al igual que la mayoría de economistas de diversas corrientes, sostenía que la situación requería de una intervención urgente. Pero la recomendación fue desoída.