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Flamenco y compromiso

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a pareja de la Guardia Civil esperaba a que Manuel Gerena completara los tientos, y lo invitaba después a que rematara la suerte del quejío en el benemérito calabozo del cuartelillo. Frente a los cantaores del Régimen -vasallos sumisos, maleables-, Gerena se subía al tablao con una camisa tan roja como su ideario, sin la chaqueta prescrita por el protocolo despótico de las instituciones, sereno y desafiante. Ignorado por los circuitos oficiales, cuajó una carrera en la que el compromiso pesaba lo mismo que las tercetas, y las ideas armonizaban con los rasgados y los arpegios, porque el flamenco era un lamento social, además de un lloro íntimo o un circo frívolo y manipulado con el que entretener a las masas. El Tribunal de Orden Público, siempre al quite en estos asuntos, lo citaba de vez en cuando, para que se subiera a su particular tablao, tan gris y tan distinto al que Gerena frecuentaba en las peñas añejas y los patios de vecinos. / D. PEREZ