Nunca es demasiado tarde

También existen, y Cáritas, la parroquia de San Pablo y las hermanas de los Sagrados Corazones llevan más de once años trabajando con ellas. Se trata de las chicas que, tres días a la semana, acuden a los talleres de promoción de la mujer. La vida muchas veces no es nada fácil, y ellas podrían dar un auténtico testimonio de lo que significa pasar dificultades. En definitiva, son mujeres que necesitan ayuda hasta para las labores más esenciales de la casa. «Estamos muy contentas», responde una de ellas a la pregunta de cómo van las cosas. Están ahí reunidas alrededor de una gran mesa, en el salón parroquial, con un bonito cartel del Cristo de la Esperanza entre los ladrones. Parece que ellas no la perdieron en su día.

Hoy ha tocado huevos rellenos, pero mañana puede ser un cocido de garbanzos, quizá unas simples lentejas o unos filetes empanados. Cualquier cosa es buena para poner a los maridos, cuando lleguen a casa, un plato para que se chupen los dedos. «Después, sorteamos lo que se hayamos cocinado entre todas, porque esto no se puede tirar», comenta María, que lleva ya varios años trajinando por los cursos.

Más cosas

Pero no sólo son comidas las que se hacen en los talleres de promoción de San Telmo, también queda tiempo para la costura y las labores, la alfabetización o la higiene. Todo tiene su lugar y su tiempo para estas señoras del barrio que han aprendido en estos cursos lo que la vida no les ha mostrado. El aprovechamiento es importante. Y por eso existe un fondo, que nutre Cáritas Diocesana, para que puedan cobrar unos cuantos euros por la asistencia. «Desde que estamos aquí parecemos otras », subraya una señora.

Todavía queda en la vida gente capaz de entregarse por personas que demanden cualquier cosa, aunque sea lo más elemental. Los voluntarios se esmeran en cada disciplina que componen estos talleres del bien común. Nunca es tarde si la dicha es buena. Jamás es demasiado tarde para ciertas cosas.