Sólo para mujeres
La relación que las mujeres mantenemos con nuestro cuerpo no siempre es clara y sincera; y muchas veces lo que es, lo único que es, entera y solamente nuestro parece que nos es ajeno.
Actualizado: GuardarEsa experiencia vivo cada día cuando en mis clases de sexualidad con adolescentes les recomiendo a mis alumnas que en lugar de intentar conocer cómo es su cuerpo en un libro de anatomía, en una charla sobre sexualidad o en una consulta médica intenten hacerlo de primera mano siendo ellas las únicas protagonistas. Muchas de ellas, cuando les digo que se toquen, que se observen, que se conozcan me miran con cara de circunstancias.
Ya nuestra propia anatomía nos juega una mala pasada, porque mientras que los chicos mantienen a lo largo de toda su vida un trato cotidiano y cordial con sus genitales y se tocan con toda naturalidad, aunque sólo sea para hacer alguna necesidad fisiológica: las chicas en cuanto nuestro cuerpo cambia y nos crece el vello púbico, perdemos de vista nuestros genitales y, a veces, parece que desaparecieran de nuestra vida hasta que algún tunante los vuelve a descubrir (dicho con todo el amor del mundo). Menos mal que desde que se puso de moda la depilación brasileña o la integral hemos vuelto a descubrir la hermosura de nuestro cuerpo en su totalidad.
Mas allá de cualquier moda, y perdonen la generalización, las mujeres hemos estado desposeídas de nuestro cuerpo y lo hemos entregado en manos de los médicos -ginecólogos o tocólogos- o de nuestras parejas, que llegaban a conocer nuestros rincones íntimos mejor que nosotras. No es infrecuente el que alguna mujer muestre rechazo o repugnancia cuando, en una exploración de rutina, les invito a que con ayuda de un espejo y un espéculo, o pato, observen cómo son en su totalidad. A veces pasa lo mismo cuando les enseño a hacerse una autoexploración de mamas. Surge el miedo, por otra parte lógico cuando lo que más amamos se puede convertir en enemigo y un tumor, como un «alien», viene a invadiros y a robarnos nuestra energía vital.
Y es que nosotras somos nuestras principales agentes de salud, y nadie sabe mejor que una misma cómo estamos, cómo sentimos y cómo nos sentimos. Aprender a conocer los cambios normales que se van produciendo en nuestro cuerpo a lo largo de un ciclo menstrual o en un periodo vital, no sólo nos otorga conocimiento y confianza, también nos otorga poder.