opinión

Los Lugares Marcados | Arriba el rosa

Hasta hace muy poco, si me hubiesen preguntado por la necesidad de crear un Ministerio de Igualdad, yo hasta me lo habría cuestionado. Soy de las que pensaban que, en general, la igualdad se debería conquistar con armas equivalentes para hombres y mujeres, esto es, sin acudir a discriminaciones positivas y sin allanar (ni obstaculizar tampoco, claro está) el camino a nadie por razón de género. Y de las que creían que bastaba con que la igualdad, como derecho indiscutible y transversal, se recogiera en los diferentes ministerios y en sus propuestas. Pero, visto lo visto, tras la polvareda que ha levantado el hecho de que el nuevo gobierno de Zapatero tenga mayoría (por una, pero mayoría) de ministras, mi opinión ha variado. Sí que era necesario; era imprescindible. Sólo hay que abrir la prensa y ver los artículos de opinión, o sintonizar ciertas emisoras a la hora en que ciertos locutores hacen sus arengas para darse cuenta.

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Resulta que en este país aún hay quienes no admiten que una mujer sea capaz de ejercer las mismas labores que un hombre. Resulta que una ministra, aun antes de empezar a mover un dedo, ya tiene un saldo negativo en su cuenta, por el mero hecho de llamarse Carmen, Bibiana o Cristina. Que un hombre joven es un valor en alza, mientras que una mujer joven es, simple y llanamente, una inexperta. O peor: una trepa.

Pues no, señores de la prensa más trasnochada. Espero que este «gobierno rosa», según la expresión del también trasnochado Berlusconi, venga a demostrar algo de lo que estoy más que convencida: que una mujer, a igualdad de condiciones, es tan productiva como un hombre, que acierta el mismo número de veces, que actúa con la misma firmeza y con igual inteligencia. Pero que, ante los ataques de tanto machista carpetovetónico como anda suelto, no le queda más remedio que pedir un Ministerio de Igualdad al que acogerse.