DETENIDO. Un furgón policial llega a los juzgados de El Puerto, donde se investigan los hechos. / A. V.
Ciudadanos

Existe un cuarto sospechoso en el caso de las violaciones que nunca fue detenido

La primera víctima y su novio describieron a un hombre de ojos celestes y 1,80 metros de altura, unos rasgos físicos que no tiene ninguno de los dos arrestados

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El contenido del voluminoso sumario donde se recogen todas las actuaciones relacionadas con las violaciones denunciadas entre 1995 y 2000 guarda datos que hasta ahora, pese a las numerosas filtraciones e informaciones divulgadas, no han visto la luz. Entre esos detalles desconocidos y que ayudan a ir clarificando este complejo caso está la declaración efectuada por la primera víctima y su novio.

Ambos fueron agredidos por dos personas en julio de 1995. La descripción física que los denunciantes hacen de uno de los violadores, no coincide con la de los dos últimos detenidos. Se trata de un cuarto sospechoso que la Policía investigó, pero nunca dio con él. Su implicación significa que la sucesión de agresiones sexuales no fue cometida por las mismas personas como viene defendiendo la Policía. En cambio, sí refuerza la tesis de que Rafael Ricardi pudo ser uno de esos individuos y fue detenido tras perpetrar la segunda de las agresiones, por la cual fue condenado.

El 13 de julio de 1995 una pareja se convirtió en la primera víctima. En La Calita de Vistahermosa dos encapuchados violaron a la chica en presencia de su novio, al que golpearon, maniataron y obligaron a que viera cómo era vejada la joven. En la denuncia y en su posterior declaración ante el juez describieron a uno de los agresores como un individuo de 1,80 metros y de ojos celestes. Estos rasgos físicos no coincide con el aspecto de los últimos detenidos. Tanto F. P. G. -el jerezano de 53 años que fue apresado en la puerta de su casa- como J. B. G. -el recluso de Puerto II de la misma edad- no tienen los ojos de color claro y no llegan a esa estatura.

Este nuevo sospechoso, según el relato de las víctimas al que ha tenido acceso este periódico, era el más alto de los dos que actuaron en La Calita y era el que mostraba una actitud menos agresiva. En este primer caso, el papel de violento no lo ejercía el violador de mayor estatura, como sí ocurre en el resto de episodios.

Tenía miedo

En el sumario aparece en varias ocasiones la referencia de este individuo, ya que la Policía lo estuvo buscando, pero en septiembre de 1999 reconoce que sus pesquisas no habían fructificado. En esa fecha, tres agentes se habían entrevistado con Rafael Ricardi en la cárcel de Topas y éste, por primera vez desde que fue apresado y condenado, declaraba su culpabilidad.

Los policías trataron de sacarle el nombre de su cómplice, pero éste mostró una actitud reacia. Les explicó que tenía miedo, pero que también estaba convencido de que su compinche tenía que pagar por lo que había hecho. Finalmente, Ricardi facilitó dos identidades diferentes, pero ninguna resultó ser cierta. No se sabe si mintió por temor, como él mismo decía, o porque quería realmente ayudar a su compañero. La Policía considera que al ser inocente sólo estaba garantizándose su estancia en la cárcel, alejado de las paupérrimas condiciones de vida que tenía en libertad.

Este periódico se puso en contacto ayer con el comisario provincial, José María Deira, para conocer qué importancia tiene para sus investigaciones estos datos que aparecen en el sumario y que hasta ahora no habían sido divulgados. Deira aseguró no tener constancia de que existiera una descripción física facilitada por las primeras víctimas que no casa con los últimos detenidos. Aunque negó la posibilidad de que la chica y su novio hubieran podido ver a sus atacantes porque «actuaron con la cara tapada y de noche». Así, se reafirmó en la tesis defendida por sus investigadores que acusan a F. P. G. y J. B. G. de ser los autores de las diez violaciones, a la que se le puede sumar una más. Se trata de una menor también agredida por esas fechas en El Puerto, que en su día no denunció.

Otro detalle que tampoco se conocía hasta ahora es que en los testimonios de las víctimas hay disparidad sobre la edad de sus agresores. Mientras que algunas señalan que sus violadores tenían por esas fechas unos cuarenta años, hay quien sostuvo ante el juez que fue vejada por jóvenes que no llegaban a los 30 años.

La inocencia de Ricardi fue proclamada por la Policía Nacional basándose en el ADN de los dos detenidos que aparecía en cinco de las diez víctimas, si bien en ninguno de estos casos se han recuperado restos de los dos sino que cuatro víctimas vinculan directamente a F. P. G. -entre ellas la de Ricardi- y la quinta imputa a J. B.G.

El resto de violaciones son relacionadas con estos dos individuos, atendiendo a que en todos los episodios se repetía el mismo modus operandi. Pero la existencia de este nuevo sospechoso fortalece una versión completamente diferente y es que en las agresiones pudieron participar más de dos personas, aunque siempre actuara una pareja; lo que vendría a ratificar por qué Rafael Ricardi, como indica la sentencia de la Audiencia, cometió la segunda violación con ayuda.

stubio@lavozdigital.es