Paraguay se alza en las urnas y castiga a la derecha por décadas de corrupción
Los votantes se sacuden el histórico clientelismo 'colorado' para apoyar a una coalición de izquierda liderada por un ex obispo
Actualizado: Guardar«Hemos escrito una nueva página en la historia nacional». Con esta frase lapidaria, el flamante presidente electo de Paraguay, el ex obispo centroizquierdista Fernando Lugo, resumía el significado de su triunfo sobre el conservador Partido Colorado, que hasta el domingo gobernaba de forma ininterrumpida en el país desde hace 61 años. «Ustedes son culpables de la alegría del pueblo paraguayo. Hoy podemos afirmar que los pequeños también estamos capacitados para gobernar. De ahora en adelante este pueblo será conocido por su honestidad, no por su corrupción», proclamó Lugo ante una multitud que le ovacionaba frente a la sede de su formación.
Con el 40,8% de los votos, el religioso, que se había presentado al frente de una alianza diversa de partidos y movimientos sociales formada hace menos de un año, superó las expectativas más optimistas de las encuestas. El resultado lo alejó más de lo esperado de la candidata gubernamental, Blanca Ovelar, que obtuvo el 30,8% de los sufragios. «Asumimos con dignidad que los resultados son a esta altura irreversibles», admitió Ovelar horas después de que culminara el recuento. Por su parte, el ex militar golpista Lino Oviedo cosechó el 22% de las papeletas y alcanzó la tercera posición.
Tras una noche de festejos en las calles, Lugo se manifestó sereno ante el triunfo. Prometió que su Gobierno estará integrado por «personas idóneas y honestas» y que no hará falta estar afiliado a ningún partido para ser funcionario o tener un cargo. Este compromiso, que podría parecer obvio en cualquier otro país, es revolucionario en Paraguay, considerado uno de los cinco estados más corruptos del mundo y el primero en la nómina latinoamericana, según la organización Transparencia Internacional.
El clientelismo, que cultivó el oficialismo durante décadas, transformó en votantes cautivos a decenas de miles de electores que, a su vez, son agentes públicos. Pero una mayoría simple de votantes dijo basta el domingo y el Partido Colorado, que se había consolidado durante la prolongada dictadura de Alfredo Stroessner (1954-89), cayó. El diario local 'ABC' sintetizó la nueva coyuntura como el fin de una prolongada y oscura transición que sumió al país «en extremos de miseria, injusticia y descrédito».
Traspaso «pacífico»
Pese al escenario que queda atrás, el nuevo presidente confirmó que no habrá ningún tipo de persecución a los opositores. El todavía presidente, Nicolás Duarte, Frutos devolvió la gentileza. Dijo que colaborará «para que el traspaso se realice en un marco pacífico, de entendimiento y con espíritu de construcción». El nuevo mandatario asumirá el cargo el 15 de agosto, y lo hará por cinco años. «Por primera vez en la historia política de Paraguay se producirá un traspaso de un partido a otro sin derramamiento de sangre, sin golpe de estado y sin violencia», declaró Duarte.
Entre los principales desafíos del presidente electo está el de la gobernabilidad. El ex obispo es la cara de la Alianza Patriótica para el Cambio, una coalición heterogénea integrada por casi una decena de partidos de diferentes tendencias y más de una veintena de organizaciones sociales, religiosas, indígenas o de derechos humanos. El nuevo gobernante deberá conformar ahora un Ejecutivo eficaz pero que respete todas las sensibilidades de la coalición.
Paraguay es un país sumido en la pobreza y la desigualdad. Si bien las cifras oficiales indican que el 35,6% de la población es pobre, datos privados estiman ese porcentaje por encima del 40%. Para contar con mayores recursos, Lugo anticipó que impulsará una reforma agraria, expropiará tierras improductivas y renegociará con Argentina y Brasil contratos de producción de energía hidroeléctrica, que fueron históricamente desfavorables para este país. «Hemos culminado una etapa y hoy comenzamos otra, la del compromiso de transformar Paraguay todos juntos», vaticinó.