La calle de Valle Alto donde fue abordada la víctima. / C. L.
Ciudadanos

Ricardi confesó en dos ocasiones tras haber sido sentenciado por la Audiencia

Fue interrogado por el juez y la Policía en el 99, cuando buscaban a su cómplice Hasta entonces siempre negó su autoría, pero ya en prisión pidió perdón

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En agosto y en noviembre de 1999, Rafael Ricardi Robles confesó lo que hasta la fecha no había hecho desde que fue arrestado cuatro años antes y posteriormente sentenciado por la Audiencia Provincial. Siempre defendió su inocencia, pero cuando ya estaba cumpliendo su condena, reconoció su participación en la violación a una joven en Valle Alto por la que había sido condenado a 36 años de prisión (30 de cumplimiento efectivo). Si bien, trató de descargar parte de su culpa, asegurando que sólo se masturbó viendo cómo consumaba la agresión sexual su cómplice.

En el sumario que recoge todas las actuaciones judiciales y policiales llevadas a cabo para esclarecer la oleada de violaciones que hubo entre 1995 y 2000 hay documentos que vienen a reforzar su condición de culpable y pone en duda la tesis que defiende la inocencia del preso de Topas.

Este periódico ha tenido acceso a parte de este material y ha podido saber que Rafael Ricardi no se autoinculpó para buscar un techo seguro en la cárcel ni tampoco fue víctima de una agresión que tenía como fin la confesión; este portuense de 48 años sólo declaró su culpabilidad cuando llevaba más de tres años cumpliendo condena. En agosto de 1999 tres agentes de la Policía Nacional le interrogaron para que les ayudara a localizar a la persona que le acompañó en la violación perpetrada en Valle Alto y por la que fue condenado. Ésa fue la primera vez que salía una confesión de su boca. Les dijo a los agentes que su cómplice le buscó y lo señaló como el verdadero instigador del delito. Reconoció así que había participado en los hechos y les comentó a los policías que se arrepentía mucho de lo que había hecho.

También explicó que él no violó a la chica, sino que acompañó a su amigo. Describió cómo se quedó a unos diez metros de distancia para presenciar la violenta escena y que se masturbó mientras la otra persona vejaba a la víctima. Su menor implicación en los hechos no coincide con lo expuesto por la mujer durante el juicio, que declaró cómo fue agredida por los dos hombres.

Tres meses después, en noviembre de 1999, el juez del nº 2 de Instrucción de El Puerto le volvía a tomar declaración y Rafael Ricardi se ratificaba en todo lo que había contado a los agentes. Una vez más, pedía perdón por lo que había hecho. También le preguntaron cómo actuó la madrugada del 12 de agosto en El Puerto, y Ricardi afirmó que lo había hecho a cara descubierta. La víctima le pudo ver el rostro -como queda reflejado en la sentencia- porque le quitó la capucha que vestía en mitad del forcejeo.

Pero en estas declaraciones también hay lagunas, el preso de Topas dio dos nombres diferentes cuando le pidieron que identificara a su compañero y ninguna de esas filiaciones corresponden a los dos nuevos sospechosos.

stubio@lavozdigital.es