Zapatero quiere pactar
Incluso los altos cargos habitualmente más polémicos han sido recibidos con un silencio que supone la concesión de esos míticos cien días de gracia. Zapatero, el Afortunado, ha hecho literalmente lo-que-le-ha-dado-la-gana a la hora de nombrar a sus ministros/as, a sus secretarios/as de Estado, a sus asesores, a sus fontaneros/as monclovitas y nadie ha osado siquiera chistarle.
Actualizado:Bueno, es cierto que existe un cierto malestar, muy soterrado, entre algunos que esperaban más en la lotería del reparto de la tarta del poder y que hablan de excesiva influencia de los amiguismos y del círculo de la canasta, pero ya digo: es un malestar que no ha aflorado a la superficie. Y no menos cierto es que la 'guerra del agua' ha dejado entrever algunos chispazos, pero no me diga usted que no es este un país bien mandado, cuando el presidente dijo hace un mes que, mientras él esté en el cargo, «no habrá trasvases», y ya ven. Claro es que hasta la palabra trasvase se niega, y aquí tan tranquilos.
Todo son, en el fondo, pequeños detalles: ¿que algunos expertos duden de la eficacia de las medidas económicas anunciadas por Solbes? Bah, cosas de teóricos catastrofistas, que resultarán desmentidos por la realidad.
O sea, que no hay nubarrones en el horizonte zapateriano, que ve cómo, además de que la oposición se dedica a destrozarse esgrimiendo un falso debate ideológico sin que sea precisa la menor intervención del partido gubernamental -los del otro bando hasta acusan al PSOE de ¿apoyar a Rajoy!-, incluso llueve, en abril aguas mil, preludiando el clásico mayo florido y hermoso. ¿Qué más se puede desear? Pero si los españoles han comenzado a idolatrar a Carme Chacón, la ministra de Defensa que acapara la portada gráfica del Herald Tribune, y la ciudadanía está dispuesta a apadrinar al bebé que va llegando Fíjense ustedes que hasta el irreductible y algo bocón Francisco José Alcaraz, martillo de herejes socialistas, da paso a un sucesor parece que menos arriscado en la Asociación de Víctimas del Terrorismo, y dicen, colmo de los milagros, que algún radiofonista hostil ha entrado algo en declive. En fin, el paraíso terrenal debe andar localizado, sin duda, en Moncloa.