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El programa de cine español de La 2, Versión española, emitió el viernes una película impresionante: Las alas de la vida, un documental dirigido por Antonio Pérez Canet (Toni Canet) que cuenta la historia de un médico aquejado de una enfermedad degenerativa e incurable. El protagonista se llama Carlos Cristos: un médico de familia con historial cooperante (estuvo en Ruanda) y aficiones de riesgo (ala delta) que, un día, descubre que padece un mal sin curación. Poco a poco, la enfermedad va acabando con él; él lo sabe y, sobre todo, sabe que no tiene solución. Cristos llamó a un amigo suyo, el mentado Canet, y le propuso filmar la extinción de su propia vida, la convivencia con la certidumbre de la muerte.

JOSÉ JAVIER ESPARZA
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Entre 2003 y 2006, Canet filmó la vida de Cristos. Hoy aún vive, pero en espera de un final inminente. El documental es sencillamente estremecedor. Al margen de sus virtudes técnicas, que son tributarias del verismo, el director ha conseguido retratar el drama sin cargar la mano en excesos de sensibilidad que, por otro lado, el propio protagonista rehuye. A veces uno tiene la impresión de que el documental, en realidad, debe su vigor más al médico enfermo que al cineasta. Por el camino, al espectador se le plantean desafíos abismales: la aceptación serena del final, la pregunta por la vida después de la vida, una trascendencia más que problemática en los tiempos que corren Es muy notable la manera en que el protagonista, materialista y ateo, va explorando la trascendencia a medida que la enfermedad avanza y la muerte se acerca. Pero no era eso lo que interesaba en Versión española, a juzgar por la mesa de debate preparada para después de la película y en la que figuraba el ministro de Sanidad. «Yo creo que Carlos viene a defender claramente una eutanasia pasiva», decía el director de la pieza. Toni Canet tendrá razones para creer lo que quiera, pero Carlos en ningún momento dijo nada de eso. Más aún, dijo lo contrario: Carlos subrayó que lo que él quiere no es «ni suicidio ni eutanasia, sino dejar que la naturaleza actúe».

Estamos, por tanto, ante un paisaje conceptual completamente distinto al de la muerte inducida y administrada a voluntad, y precisamente por eso la peripecia de Cristos cobra rasgos monumentales desde un punto de vista ético. Versión española acertó al emitir Las alas de la vida, porque es una película estupenda. Pero se equivocó al mutilar su mensaje, al reducirla a un instrumento de propaganda para favorecer determinadas políticas, sean éstas cuales fueren. La historia de Carlos Cristos es nada menos que la vida, en toda su majestad y al mismo tiempo en toda su crueldad; la distorsión de Cayetana y el ministro, por el contrario, no es nada más que la cotidiana mezquindad.