Izquierda Unida
El Partido Comunista fue la única oposición real al franquismo dentro y fuera de España durante la larga noche de la dictadura, y sin duda alguna contribuyó decisivamente al éxito de la Transición española. Carrillo y Suárez tuvieron una complicidad inteligente en aquella aventura, de forma que la legalización del PCE fue correspondida con una tranquilizadora moderación por parte de los comunistas, que enarbolaron sin vacilaciones la bandera bicolor y aceptaron la monarquía en cuanto régimen que fuese capaz de acoger a todos bajo su manto democrático. El PCE de entonces evolucionó a la cabeza de sus homólogos europeos: a principios de los ochenta dejó de ser marxista-leninista para definirse únicamente como marxista y eurocomunista.
Actualizado: GuardarEl PCE, que había formado la Junta Democrática en vísperas de la desaparición biológica de la dictadura y que tenía unos 250.000 militantes en 1977, constató su obsolescencia en las dos primeras elecciones generales, en las que, sobrepasado de largo por el Partido Socialista Obrero Español, consiguió adhesiones del orden del 10% del electorado. Ello le reportó 1,7 millones de votantes y 19 diputados en 1977 y 1,9 millones y 23 diputados en el 79, pero en 1982 la realidad se impuso: el PCE bajó a 870.000 votantes y tan sólo cuatro diputados, en tanto el PSOE conseguía una holgada, espectacular, mayoría absoluta. En noviembre de aquel mismo año, y tras la grave crisis que supuso aquella debacle, Carrillo abandonó la secretaría general del PCE, partido del que terminaría siendo expulsado en abril 1985 junto al grupo de sus seguidores más cercanos. Como consecuencia del referéndum OTAN de marzo de 1986, las principales fuerzas que habían promovido el «no» formaron una coalición electoral, Izquierda Unida, que se presentó a las elecciones anticipadas de aquel año. Su iniciativa no fue exitosa: logró el 4,6% de los votos y 7 escaños. Pese a ello, la crisis del comunismo en el mundo y la necesidad de ocultar aquellas siglas anacrónicas forzó la continuidad del movimiento como fuerza política con un programa estratégico común, siempre bajo la dirección de Gerardo Iglesias. En las elecciones de 1989 consiguió el 9% de los votos y 17 diputados. Iglesias dimitió y fue sustituido por Julio Anguita, quien, fiel al odio marxista a la socialdemocracia, realizó una política abiertamente antisocialista que benefició objetivamente a la derecha. Con aquel discurso controvertido, IU consiguió 18 escaños en 1993 y 21 en 1996. Fue el canto del cisne de aquella organización.